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viernes, 24 de abril de 2015

Dignidad Laboral

DIGNIDAD LABORAL

"Suelas con cansera". Foto cedida por Ricardo López Rubio 

“La más grave explotación consiste en convertir al ser humano en un simple medio de producción”
                                                                       (Fray Fasol)
   El trabajo es una actividad humana imprescindible, tanto para la supervivencia física de la humanidad como para el equilibrio psíquico de cada persona. El trabajo no es sólo un medio de producir, sino también una forma de recrear el mundo. Tampoco debe ser el trabajo una forma insolidaria de enriquecerse, sino que ha de estar orientado al bien común y a cumplir una función social.
   El trabajo está íntimamente relacionado con el desarrollo y maduración de la persona. Todo hombre, al desempeñar un trabajo digno, está ejerciendo un derecho y cumpliendo un deber. Es tan necesaria para el hombre la realización de un trabajo digno, que, en la legislación internacional y en la legislación interna de la mayoría de los países, se recoge esta necesidad como un derecho básico de todo ciudadano.
   El derecho y la necesidad de trabajar van estrechamente unidos y, desgraciadamente, no siempre se pueden satisfacer de una forma digna y humanizadora. El trabajo es una verdadera actividad humana y humanizadora cuando es elegido con libertad y realizado con responsabilidad. Para que se puedan producir los efectos ennoblecedores del trabajo se requieren unas condiciones dignas y humanas en el ambiente en que los trabajadores desempeñan su actividad. El trabajo se convierte en esclavizador cuando se ha de realizar en condiciones inhumanas (falta de libertad, insalubridad, mecanicismo, automatismo...).
   A partir de la industrialización, la mayoría de los trabajadores son asalariados, y surge la cuestión social. En este sistema industrializado hay dos grupos claramente diferenciados: los que aportan el capital y los medios de producción (empresarios) y los que aportan la mano de obra (obreros). Frecuentemente se ocasionan conflictos o confrontaciones entre los intereses de uno y otro grupo, teniendo que emplear los trabajadores, para la solución de conflictos, tres medios ya tradicionales: los sindicatos, los convenios colectivos y la huelga.
   La búsqueda de la armonía y la justicia en las relaciones entre empresarios y trabajadores es un tema central en los documentos eclesiásticos que abordan la cuestión social, algunos de cuyos ejes fundamentales son: el reconocimiento del derecho a la propiedad privada, aunque sometido al principio del destino universal de los bienes; un salario suficiente para los obreros y sus familias; responsabilidad en el desempeño del trabajo; un trabajo en condiciones humanamente dignas; derecho a asociarse para defenderse colectiva y solidariamente; y derecho a participar en la gestión y en los beneficios de la empresa. Los empresarios tienen la obligación de hacer que los beneficios reviertan en los trabajadores y en la sociedad. Como dijo Pablo VI en la Populorum progressio: “No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a la propia necesidad cuando a los demás les falta lo necesario.”

Alfonso Gil González
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