Desde mi celda doméstica
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jueves, 30 de abril de 2015

MEMORIA HISTÓRICA FAMILIAR

Memoria histórica familiar



Por la amabilidad de Aurelio, uno de los seis hijos vivos de Abraham Ruiz Jiménez, llega a mis manos el opúsculo que éste, cronista oficial de Cehegín, ha publicado para honrar la memoria de los suyos, al cumplirse el 75 aniversario de la incomprensible muerte de su padre. No hay el menor rencor hacia aquellos bárbaros del Frente Popular que segaron la vida de un culto maestro, incapaces de entender que su republicanismo fuera compatible con su fe católica. Ni hacia aquellos otros que eliminaron, así creían, a su pariente sacerdote, Pedro Alcántara. Ambos datos martirológicos están contados con sencillez franciscana.
Abraham Ruiz Jiménez, que ha escrito de todo y que tanto ha influido en la cultura de nuestro pueblo, va desgranando en esta obrita de 80 páginas, que él llama Crónica breve de una familia extensa, los nombres, fechas e hitos biográficos de los suyos. Familiares todos a los que les une, amén de la sangre, la inquietud cultural, la religiosidad y una solidaria caridad. Notas muy específicas, pienso yo, en la persona del autor que, a sus ochenta y tantos años, mira hacia atrás con el recuerdo cariñoso y agradecido a cuantos componen el árbol genealógico familiar, cuyas ramas, extensas dentro y fuera de nuestra geografía, se tornan intensas en frutos humanos. De todos ellos sale alguna fotografía.
Como bien apunta, en el prólogo, el sacerdote Francisco Candel Crespo, citando a un primo suyo, “nadie muere del todo mientras es recordado. Nadie perece totalmente en tanto existan personas que conservan en la memoria el nombre, el rostro, la voz o el gesto cotidiano de quien desapareció del mundo de los vivos”. Pero es el propio Abraham Ruiz Jiménez el que razona su último escrito: “Si he trazado las biografías de tantos cehegineros, si he recordado a sus paisanos las virtudes del obispo Caparrós, la santidad de Maravillas Pidal y Chico de Guzmán, las acciones nobles de los Condes de Campillos y de la Real Piedad, la generosidad de Alvarez Castellanos y de don Amancio Marín de Cuenca… ¿Cómo no voy a recordar a mis familiares y a los de Rosario, mi esposa?”
Abraham se torna poeta al hablar de la Virgen de las Maravillas, “que cuida de sus hijos de Cehegín”, y tiene especial mención a la Ermita de Vejete, donde los nietos han sido bautizados, oratorio familiar y  cofre celeste que guarda lágrimas y oraciones preñadas de esperanza: esperanza de eternidad.

Alfonso Gil González

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