Desde mi celda doméstica
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viernes, 24 de abril de 2015

Tiempo perdido

Tiempo perdido


     Sé del Movimiento pro Celibato Opcional desde hace unos 40 años. Tiempo que valoraba, hace unos días, con un compañero, sacerdote casado. Valoración que, teniendo en cuenta cuanto de bueno se haya realizado, resultaba negativa. Y resultaba negativa, porque el postulado justificante del citado “movimiento” apenas ha tenido repercusión en el pueblo cristiano, es decir, en la Iglesia. Se ha salido en TV y en la Prensa; se han realizado asambleas locales, regionales, nacionales e internacionales; se ha editado “Tiempo de Hablar”... Pero, lo cierto y verdad es que un “movimiento” así, que lidera la preocupación de 7.000 curas casados en España –de los 100.000 que hay en el mundo -, apenas ha influido, como digo, en el pueblo cristiano. Y este resultado me parece casi incomprensible. Reducidos los sacerdotes casados al simple estado de fieles, corren, como ellos, su misma suerte: los hay “practicantes”, los hay no practicantes; los hay comprometidos, los hay menos comprometidos; los hay firmes en su fe, los hay escépticos, cuando no incrédulos. Diluidos en la masa eclesial, no generan el fermento capaz de transformarla, sino, muy al contrario, por no saber actuar, dan a los demás cristianos la sensación de que, cansados de un ministerio –que muy pocas veces sería agotador-, viven una situación conformista y apática, como si el “ay de mí si no evangelizare” o el “ser imitadores míos, como yo lo soy de Cristo” nada tuviera que ver con ellos. Algunos, rara especie de francotiradores del Espíritu, sufren en sus entrañas la incapacidad que produce el aislamiento; otros, con poca suerte en su matrimonio, lloran la ineficaz ayuda de unas esposas que sólo los quieren para sí, como si nunca hubieran sido discípulos predilectos de Jesucristo. Unos pocos, se allegan a las parroquias a ver si su “cualificación” es de utilidad a la buena marcha de la comunidad; algunos otros escriben lindezas sobre el celibato opcional, cuando ya está todo dicho y escrito. Hace falta ACTUAR. Hace falta creerse seguidores de Jesús. No es posible que un grupo tan numeroso –nada menos que siete mil, sin contar los niños y las mujeres- no haya creado en España un ámbito eclesial diferente y diferenciado; no haya generado comunidades cristianas con sus correspondientes presbíteros; no se manifieste abiertamente, y no para reivindicar -¡que ya está bien!-, sino para mostrar al resto de la Iglesia la capacidad creativa y renovadora del Espíritu Santo, del Espíritu de Jesucristo. ¿Cómo es que no hay lugares de referencia cultual, asistencial, cultural? ¿Cómo no se origina toda una espiritualidad del sacerdocio casado, tan propia del Nuevo Testamento? ¿Cómo no existe por doquier pequeñas lucecitas que orienten las esperanzas de tantos y tantos cristianos? ¿Cómo es posible que no se muestre la grandeza y disponibilidad del ministerio casado, dando lugar a que el resto siga añorando las vocaciones célibes al sacerdocio, vocaciones cada vez menos viables? ¿Cómo es posible que los sacerdotes casados sean extraños en ciudades donde hay otros sacerdotes casados? ¿Cómo no se unen para concelebrar la Eucaristía, catequizar a los niños, atender a los alejados, etc...? Todo ha sido posible, porque el MOCEOP no ha sabido o no ha querido dar en la diana; porque ha generado una estructura de ambigüedades estériles; porque no se atiene a las consecuencias derivadas inexcusablemente del seguimiento a Jesucristo; porque se acomoda a formas de pensar rayanas en lo políticamente caduco, y no bebe de las límpidas y saciadoras aguas que el Evangelio regala a quienes se abren comprometidamente a los signos de los tiempos. Sobre todo, porque ha dedicado su no corta vida a Hablar, a Hablar... Y, mientras, los buenos compañeros se van muriendo con una mueca de desilusión; los matrimonios y las familias, incapaces muchas veces de realizarse como “iglesias domésticas”, acusan el tedio de no serlo; se ve en los hijos el fracaso de sus padres, ellos que esperaban que sus padres fueran referencia modélica para los demás... Y, sin embargo, aún se está a tiempo. Siempre se está a tiempo cuando uno quiere seguir al Señor. A los cien mil sacerdotes casados no les ha vuelto el rostro Aquel que los llamó y “que sigue siendo fiel”. No los ha echado de su redil, no los ha liberado de su compromiso misionero, no les ha quitado el sacerdocio. Así es que no es comprensible que el MOCEOP, o ASCE, mantenga a los suyos en una especie de escalafón de “disponibles”, cuando “tanta es la mies y tan pocos los jornaleros”.

Alfonso Gil González
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