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martes, 19 de mayo de 2015

ALFONSO V EL MAGNÁNIMO


Alfonso V el Magnánimo


La figura de Alfonso el Magnánimo, rey de Aragón entre 1416 y 1458, ha sido respetada y admirada por los escritores de su tiempo y de las siguientes generaciones. Entre sus admiradores está el propio papa Pío II. Ese respeto de la historia le viene dado por su educación humanista y por su amor a los libros y a las artes, y por su caridad, clemencia y religiosidad. Es uno de los siete príncipes de Aragón de los que habla el poeta Jorge Manrique.
Alfonso nacía en 1396, en el castillo de Medina del Campo, siendo sus padres Fernando de Antequera y Leonor de Alburquerque, seis años mayor que su marido. A los 16 años, Alfonso accede al trono de Aragón. Tres años después (1415), casa con su prima María, hija del rey Enrique III de Castilla. Cataluña, Aragón y el reino de Nápoles serán responsabilidades suyas como político, como militar y como gobernante. Y es que, desde su acceso al poder, Alfonso continuaría la política expansionista de Aragón sobre el Mediterráneo, pacificando Sicilia, Cerdeña, Córcega y siendo recibido, en 1421, como liberador de Nápoles el 5 de julio. Incluso interviene en la política interna de Castilla, defendiendo los intereses de sus hermanos Enrique y Juan, enfrentados en guerra civil con Juan II.
En una de sus expediciones mediterráneas, fue hecho prisionero en Génova por el, entonces, duque Felipe María Visconti. Pero sus esfuerzos diplomáticos fueron intensos y extensos, abarcando Africa, los Balcanes, el próximo Oriente, etc., y consiguiendo en el campo de la cultura y del arte la conjugación del renacimiento italiano y el estilo gótico español. Beneficiadas de su buen hacer fueron, entre otras ciudades, Mallorca, Barcelona, Valencia y el reino de Navarra. Vuelto a Nápoles, donde se entregó aún más al cultivo del humanismo, murió repentinamente el 27 de junio de 1458. 
En el museo Bargello de Florencia se conserva un medallón, factura en bronce de Pisanello en 1449, con la efigie de este monarca español. En una época en que todavía la cultura apenas había entrado en los palacios, la vida de Alfonso V el Magnánimo era un ejemplo a seguir.

Alfonso Gil González

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