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jueves, 28 de mayo de 2015

IGLESIA Y ESTRUCTURAS POLÍTICAS



IGLESIA Y ESTRUCTURAS POLÍTICAS


Una característica fundamental de la fe cristiana es su dimensión social y pública. Ahora bien, donde se decide la organización de la vida pública es en las estructuras e instituciones políticas. En consecuencia, los cristianos debemos comprometernos en la vida pública para poder impregnar la sociedad de los valores del reino de Dios.
La historia y la experiencia nos enseñan que se trata de un compromiso difícil, en el que el cristiano debe aceptar algunos riesgos, pero sin perder nunca su propia identidad.
Un paso previo a todo compromiso público consiste en conocer adecuadamente las estructuras políticas y la valoración que de ellas hace la Iglesia.
El problema de las relaciones entre la Iglesia y las estructuras políticas genera frecuentes malentendidos y enfrentamientos, porque la vida social es variada y conflictiva. De ahí que el conjunto de instituciones, medios y normas que pretenden regular los conflictos y organizar la vida social constituya el complejo mundo de la política.
En los medios de comunicación y en las conversaciones de la vida cotidiana oímos muchas expresiones en las que aparece la palabra "política" Y es que dicho término se emplea con distintos significados. Etimológicamente tiene su origen en la palabra griega "polis", que significaba ciudad. Las antiguas ciudades griegas eran ciudades-estados y, en consecuencia, la política es todo lo que haga referencia a la vida en la ciudad, o sea, a la vida social.
Una de las dimensiones más específicas de la política es la estructura y funcionamiento del poder. A lo largo de la historia se han producido distintas formas de legitimarlo y ejercerlo. Ateniéndonos al presente, podemos agrupar los distintos regímenes en torno a tres modelos: el Totalitarismo, el Autoritarismo y la Democracia. Los regímenes fascistas y comunistas del siglo XX pertenecen al modelo totalitario. Las llamadas "democracias orgánicas" son distintas formas autoritarias de gobiernos. Los regímenes democráticos nunca alcanzan el verdadero ideal democrático y, desgraciadamente, en algunas ocasiones, caen en defectos típicos de los autoritarismos y los totalitarismos.
Los conflictos son inevitables en toda sociedad de hombres libres, pues los intereses de unas personas y grupos chocan con los de otras personas y otros grupos. Los antagonismos generan el avance de la historia, pero también pueden convertirse en fuerzas destructoras. La democracia es la única forma pacífica de regular dichos conflictos sociales. 
Hemos de tener en cuenta que la democracia se construye con demócratas. Por tanto, un régimen democrático se sustenta sobre una sociedad de hombres y mujeres que han asumido los principios de libertad, tolerancia, igualdad y solidaridad.
La democracia necesita los partidos políticos en cuanto medios para canalizar las distintas opciones políticas que pretenden acceder al poder. Ellos son agrupaciones de personas que se unen en torno a unos objetivos e intereses sociales y, para llevarlos a la práctica, intentan conseguir la adhesión del mayor número posible de ciudadanos y la conquista democrática del poder. La diferencia entre los partidos políticos y otros grupos de presión está en que los partidos buscan el acceso al poder para gobernar, y los grupos de presión sólo intentan influir en quienes gobiernan.
A partir de la Sagrada Escritura y la Tradición, así como del análisis de la realidad social, el Magisterio de la Iglesia ha proclamado importantes enseñanzas sobre la realidad política. Son documentos que configuran la "doctrina social de la Iglesia". Es a partir de las primeras décadas del siglo XX cuando los Papas se oponen frontalmente a los regímenes totalitarios, defendiendo las libertades democráticas.En dichos documentos los cristianos encuentran una clara exhortación a participar en la vida pública. Esta participación debe inspirarse en el estilo de vida de Jesús, colaborando con las personas e instituciones que pretender regir legítimamente la sociedad humana, pero manteniendo la "libertad evangélica" que les permita ser no sólo sal y luz de la sociedad, sino profetas con capacidad de denunciar a personas y estructuras que utilicen medios y formas injustas de gobierno.

Alfonso Gil González

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