Desde mi celda doméstica
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viernes, 8 de mayo de 2015

LA VOZ IMAGINARIA


La Voz imaginaria


Hace unos días, Cehegín asistió, ilusionado, a la presentación  del último libro escrito por el más literario de sus hijos, Salvador García Jiménez. Con el título LA VOZ IMAGINARIA, el famoso autor pone en boca de la sagrada Imagen de la Virgen de las Maravillas todo cuanto él piensa y sabe sobre la factura de Ella misma, sobre su traslado a este pueblo y sobre su estancia en el nidal franciscano, como madre y señora de frailes, seráficos y cehegineros. Nada que objetar. Es más, la presentación, enmarcada en lo que, desde hace lustros, ofrece el Excelentísimo Ayuntamiento como CEHEGÍN CULTURAL, resultó impecable. A la salida del acto, cada asistente fue obsequiado con un ejemplar del mismo, que se llevó a casa para terminar de satisfacer la ilusión con que a su presentación asistiera en la Casa de la Cultura.
Mas todas las ilusiones son vanas. La novela, de género histórico, redactada en perfecto castellano, con párrafos de sublime inspiración poética –no hay que olvidar que García Jiménez es el número uno de nuestros escritores murcianos-, es portadora de un delito vatiano: hacer pensar y decir a la Virgen y Madre de todos lo que el propio escritor dice y piensa. Y así, apeándola de toda trascendencia, hace que la excelsa Patrona de Cehegín, a cuyos pies los frailes, seráficos y cehegineros sólo aprenden de materno amor y cielo anticipado, vuelque sobre el lector sus opiniones acerca de personas y acontecimientos, dándole un halo de infalibilidad al estar expresadas por boca de la Madre de Dios y nuestra. Y eso tiene un nombre: profanación. 
¿Cómo va a pensar la Virgen de las Maravillas, por ejemplo, que nuestros difuntos, sus hijos, estén en las cámaras frigoríficas del tanatorio como si fueran atunes? ¿Cómo se va a tirar de los pelos, si en el cielo viera a Franco hablando con San francisco, cuando Ella sabe, por Madre tan excelsa, que la misericordia de Dios cubre todas nuestras tropelías? Hacerle decir lo que nosotros pensamos es una usurpación profanante, paralela a cuando aplicamos a Dios nuestros odios y rencores, cuando el Cielo, afortunadamente para nosotros, no sabe de nuestras miserias morales.
Pero dicho esto, he de felicitarte, Salvador, por tu loco amor a Quien a todos nos trae locos.

Alfonso Gil González  

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