Desde mi celda doméstica
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viernes, 19 de junio de 2015

FLORECILLAS ALFONSINAS (Capítulo Vigesimoséptimo)

Capítulo XXVII


La luz de la esperanza

El deseo de que el nuevo año, 1983, sea para el Señor. Como todos. Y empiezo a poner al día la administración de la comunidad vecinal. Llevo la comunión a los enfermos, que es parte de mi ministerio, aunque pueda hacerlo cualquier cristiano. Y reinicio las clases de religión. La catequesis de los vecinos de la escalera la continúo con el estudio del Nuevo Testamento. Asisto, además, al Teatro Real para escuchar diversos conciertos con música de Haydn, Martinu, Brahms y Wagner. Siempre de gorra, pues tengo la suerte de que me regalen las entradas. 
En febrero, voy a leer en la revista “Tiempo”, en su n. 37, una noticia que será el chispazo de luz de un camino a seguir a partir de ahora. Leí que, en agosto, se celebraría en Roma un Sínodo Mundial de sacerdotes casados que quieren seguir ejerciendo el ministerio. El 23, en el colegio “Ntra. Sra. De la Vega”, da una charla el famoso actor Fernando Rey, como forum de la película “Tristana”. El 27, en casa de mi amigo Hijas Palacios, conocí a otros amigos suyos de Talavera. Hablamos sobre la vida de fe. Este mes, climatológicamente, fue muy frío. Cehegín, por ejemplo, bajó a -12º.
Al inicio de marzo, en que cumplía 40 años,  utilizo ese símbolo bíblico en una oración que se expresa así: “Estoy en pleno desierto. ¿Qué quieres de mí?”. Y el 19, añadiré: “Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo. Ilumina mi vida y la de mi casa”. Para continuar el 25: “Señor, estoy preocupado”. Llegaba el miércoles santo, que este año caía el 31 de marzo, y anoto en mi agenda: “Señor, estoy hecho un desconocido, y Tú sabes por qué. ¡Cómo echo de menos el hablarte y el hablar de Ti a los demás!”
Terminada la semana santa, ya en abril, escribo esta reflexión: “Veo que vivir la gracia de Dios es algo más, mucho más, que no cometer pecados. Por tanto, ser cristiano o ser de Cristo es mucho más que ser una buena persona. Todos aquellos que se dejan llevar del Espíritu de Dios son hijos de Dios, y habría que añadir “y cuando se dejan llevar del Espíritu de Dios”, porque no siempre los hijos se portan como tales.” El día 20, recibo la notificación para presidir, como adjunto, en una mesa de las próximas elecciones municipales.
Ya en mayo, las nuevas asignaturas que recibo en el “San Pío X” oblíganme a ir a consultar a su biblioteca. A ello dedicaré estos primeros días del mes. Por fin, el 8 de mayo del 83, voy a tener un encuentro con el movimiento por el celibato opcional (MOCEOP), en la sede del Cefor (centro de formación religiosa), sita en la parroquia de la calle Entrearroyos 19. Fue un encuentro enriquecedor. A partir de ese momento, se multiplicarán las reuniones con los sacerdotes casados y llevaré a cabo una defensa de los mismos a través de los medios públicos de comunicación, lo que hará que pierda muchas ocasiones de situarme laboralmente. El día 13, me vi en Caldeiro con el electo general de los terciarios capuchinos, Padre Oltra, que proyecta la idea de fundar los terciarios capuchinos seglares. Le ayudaré. El 15, en la reunión mantenida con sacerdotes obreros, en la que estuvo el entonces conocido padre Mariano Gamo, hice hincapié en tener siempre a Jesucristo como punto modélico de referencia. El 28, el propio vicario episcopal me preguntó si me relacionaba con los sacerdotes del “Moceop”, y se alegró de que contestara afirmativamente.
En junio del 83, sigo mi compromiso pastoral en la Parroquia “Nuestra Madre del Dolor”(Caldeiro), donde se confirma treinta y cuatro jóvenes de mi grupo de catequesis. También continúo participando en las tareas formativas del Moceop, en el barrio de Moratalaz.
Con motivo de la primera Misa de un sobrino del párroco Goñi, soy invitado a cenar en el “chino” de la calle Alcalá, junto con otros sacerdotes de la parroquia. Y, con motivo del final del curso de catequesis, el párroco me regaló tres tomos de la obra “Un tal Jesús”, que leería tranquilamente durante este verano. En los últimos días de junio, escribo: “Los trabajos están mal, Señor. Parece que, cada año, hubiera de partir de cero”. Y es que las cosas se ponían algo feas en el “María Hita”, y no terminaba de conseguir entrar como profesor en el Caldeiro. Todo llegará.




San Pío X y La Salle

 En julio del 83, logré renovar el contrato de trabajo. Para celebrarlo, acudí al teatro Real donde la Orquesta Nacional de España interpretó, en dos días, las cuatro sinfonías de Johannes Brahms, bajo la dirección de Jesús López Cobos. En el Castillo de la Vega, cerca de Aranda de Duero, vamos a participar, en el seminario de los misioneros espiritanos, de la ordenación sacerdotal de su amigo Duarte Costa, que irá destinado a Tanzania, en la zona fronteriza con Kenia.
Vacaciones, como cada año, en Cehegin. Además de estar en la casa del molino de la huerta, hicimos diversas visitas por los alrededores, como al Campillo de los Jiménez y a Caravaca. El 27, escribo: “No siempre la convivencia es fácil, Señor. Pero que las exigencias condicionantes del reino de Dios vayan marcando nuestra espera del mismo. Quiero decirte que rehaga tu Voluntad.” El 31, mantengo una conversación de tres horas con el grupo de jóvenes cehegineros, y merendamos juntos.
En agosto, nos acercamos a La Ñora, para visitar a mi prima Paca, la exclaretiana, con cuyo esposo me acerco a Alcantarilla. Rezo así: “Señor, tú que dijiste “preocuparos del reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura”, danos más luz para que no te defraudemos en la tarea iniciada en el 77”. El 7, acompañando a la familia, voy a Moratalla, para pasar el día en un lugar pintoresco, llamado “la puerta”, donde están acampados unos jóvenes de Cehegín. Nos hizo algo de calor, pero el agua y los pinos consiguieron que el día les resultase espléndido. Al volver a su pueblo natal, nos detuvo la guardia civil por llevar floja la luz corta del coche, pero no fuimos multados.
Cuando regresamos a Madrid, cerca de Ocaña, se nos rompe la luna del parabrisas, y tenemos que detenernos en esa villa hasta que colocan una nueva. Como no llevaba dinero suficiente, el chapista se fió de nosotros, y  la pagaría al día siguiente a través de giro bancario. Nos costó 6.955 pesetas. El 12, acompañé al presidente de la Cáritas parroquial a visitar a una pobre anciana. Como tardara en abrir la puerta, se llamó a la policía, pensando que le habría sucedido a la mujer algo grave, pues ya tenía 90 años. Cuando, al fin, abrió la puerta de su casa, se excusó diciendo que, a veces, no oye bien. El día 20, otra anécdota me sucedió  en la misma iglesia parroquial. Resulta que una mujer, algo demente, no quería salirse cuando se iban a cerrar las puertas, porque decía que ella era la Virgen del Carmen. “¿Cómo es que yo soy san José y no te conozco?”, le dije. Pero, finalmente, entre el párroco Trueba y yo, la sacamos a la calle. 
En septiembre, comenté en casa, tras su lectura, la carta que publicó la sagrada congregación de la fe sobre el ministro de la eucaristía. Con el tiempo,  encontraría la clave legal para que nadie pudiera negarme mi derecho. El día 20, a sugerencia del párroco, el director del Instituto Pontificio San Pío X me ofreció la posibilidad de que dirigiera la Escuela de Catequistas e impartiera en la misma la asignatura de Eclesiología. Acepté de muy buen grado. El “San Pío X” siempre se portó muy bien conmigo. La amistad con los Hermanos de la Salle la mantengo hasta el día de hoy, si bien ya no es posible una frecuencia de trato personal, debido a la distancia.
Octubre se abre con la reunión que mantengo con el movimiento por el celibato opcional. Allí me informé sobre el sínodo celebrado en Italia de sacerdotes casados. Hubo un optimismo general, al ver que vale la pena seguir la docilidad al Espíritu Santo. El 6 se inaugura el curso de la Escuela de Catequistas con la asistencia del vicario episcopal. Después hubo un pequeño refrigerio. El 11, comentando que tuve comida en el “chino” de la calle Gómez Ulla 22 con once jóvenes de la catequesis, escribo: “Debe ser duro ser esposa de un sacerdote, aunque valga la pena”. El 14, me llaman de la delegación de enseñanza para ofrecerme más clases de religión. El 15, el coordinador del Moceop me encarga un trabajo sobre el ministerio presbiteral, para la revista “Tiempo de hablar”. Ese día anoto en mi diario: “Desde hace algún tiempo, mis hijos me piden, antes de dormir, que les lea algo de la vida de Cristo. Lo que hago con inmenso agrado”. A ese respecto, debo resaltar la constancia con que, a partir de entonces, siempre les leía, al acostarnos, algún libro edificante. Así, años y años. Estoy seguro que el poso de esas lecturas se les ha quedado dentro y no podrán olvidarlo mientras vivan. Era una de tantas cosas buenas por el bien de nuestros hijos. El día 17, empezaría a dar clases, también, en el Colegio Nervión.  El 21, reflejo en mi agenda un dato, frecuente por desgracia: “Hoy, en toda España, se han hecho manifestaciones contra el terrorismo y contra ETA. Apenas pasa un día sin que haya asesinatos terroristas. Señor, ¿hasta cuándo?”
Aunque parezca extraño, a primeros de noviembre, aún estaba ayudando a mi amigo Luis en el kiosco de periódicos. Con motivo de la muerte del padre del director del “San Pío X”, organizo el funeral en Caldeiro, e invito al vicario episcopal a que lo presida. El 15, se me propone dar algunas charlas de eclesiología en el grupo que, mensualmente, atiende en Vallecas mi amigo y compañero sacerdote Julio Pinillos. El 16, el director del “Caldeiro” quiere que le ayude en los problemas que se están dando en 2º y 3º de BUP. Con motivo de la fiesta del “San Pío X”, Carlos Díaz dio una conferencia sobre el Ecuador creyente. Luego se celebró la eucaristía, y se terminó con un vino español. Los profesores del San Pío X tuviemos una cena fraterna cerca del citado Instituto de la Salle. Esa misma tarde, me entera del asesinato de su compañero de curso, el padre Augusto Ramírez Monasterio. “¡Glorifícalo con la plenitud de tu Amor!”, dije en una espontánea oración, “y que yo sepa testificarte entre los hombres”. Inmediatamente llamé a mi otro compañero desde que hicimos el noviciado en 1959.
El 19, adquiero dieciséis obras de la literatura universal, lujosamente editadas. 
Inicié diciembre del 83 pidiendo al Señor saber aprovechar para Él, y para los demás hombres, el tiempo que Dios nos concede. El 10, asisto a la celebración eucarística, dentro de la cual el arzobispo de Madrid dio el nuevo nombramiento de vicario episcopal a otro sacerdote. El 17, se incendia la discoteca “Alcalá 20” y perecen, nada menos, setenta y ocho personas jóvenes. La próxima Navidad la pasamos Cehegín. La gente está quejosa de la pereza pastoral en los que atienden una de las parroquias del pueblo. Asistimos, en el convento, al bautismo de mi sobrina Piedad. La página con que me despido de 1983 es digna de trascribirse: “Se cierra un nuevo año, Señor. 1983 ha estado a punto de protagonizar la ruina humana. Ya veremos, Señor, cómo nos las arreglamos en 1984. Gracias, por tanto, por este año que se acaba. Que sepamos los hombres no desperdiciar tu mensaje de paz, de amor, de fraternidad, de fe. Me hubiera gustado pasar mis 40 años, o dedicar los próximos, derribando toda clase de fronteras entre los hombres. Tú has hecho, Señor, que no haya judío ni gentil, ni blanco ni negro, ni español ni ruso ni francés ni americano. Me gustaría ir por el mundo convenciendo de esto a los hombres. Somos todos hermanos, todos vivimos y morimos en la misma patria. Todos podemos hablar la misma lengua, si nos lo proponemos. De Ti, Señor, nos ha venido a todos la capacidad de amar. Ella es el eje de la libertad, de toda dignidad. Pero, me temo, Señor, que tu mensaje siga siendo utópico, incluso increíble. Y lo que es peor: que tu Iglesia no sepa, ni siquiera, exponerlo con claridad, con posibilidad, con urgencia. ¡Perdónanos, Señor!”

Para alabanza de Cristo. Amén.

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