Desde mi celda doméstica
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martes, 16 de junio de 2015

FLORECILLAS ALFONSINAS (Capítulo Vigesimocuarto)



Capítulo XXIV


Golpismo español

Al iniciarse 1981, las primeras páginas de mi “diario” las lleno de brevísimas reflexiones sobre Dios, Jesucristo, Iglesia, Biblia y Hombre. Hoy, seguramente, añadiría alguna matización importante. El día 2 de enero me suscribo a la revista oficial de la Iglesia Española “ECCLESIA”, la cual, ininterrumpidamente, la seguiré recibiendo hasta el día de hoy. Deseo seguir de cerca los documentos pontificios y los de la conferencia episcopal española, así como los artículos y noticias. Son días, estos primeros, de “reyes” y regalos. Quien más se va a beneficiar va a ser nuestro hijo Israel. No obstante, anoto las veces que se resfría, que tiene fiebre, que se encuentra pachucho, y eso le pasa en los primeros días de 1981. Y también yo mismo. Hasta el punto que me darán diez días de baja, obligándome el médico a que duerma en cama dura. Eso me lleva a la “Soledad”, que es una gran gracia, porque es tiempo de reflexión, de oración, y de escucha de la buena música, es decir, de la clásica. Esos mismos días, también estará resfriada mi madre, y la llamaremos con frecuencia para seguir su evolución.
El día 1 de febrero, recibimos una invitación especial. Se trata de asistir, en Canillejas, al culto de la iglesia evangélica. Y nos quedamps a comer en casa de mi jefe maderero. El 7, recibimos de Hacienda el importe de la devolución de la Renta del 79: un cheque de 52.295 pesetas, que nos vino como anillo al dedo.
Por este tiempo, hay en la Parroquia dos comunidades de religiosas que frecuentamos: las dominicas siervas del cenáculo y las mercedarias de la caridad. Unas y otras se portaron conmigo maravillosamente. El trato era casi diario e igual la mutua ayuda. En sus capillas hemos orado juntos, y hemos compartido muchas veces el alimento en sus refectorios, como ellas en el de casa. Pero, el 23 de febrero, sucede en España algo, cuya gravedad la describo así: “Grave incidente, llevado a cabo en el Congreso de los Diputados por un grupo de guardias civiles, al mando de un teniente coronel. España está en estado de alerta. Los capitanes generales están con el rey. Radio Nacional de España y Televisión Española han estado ocupados por el Ejército”. Y es que, dimitido el anterior presidente del gobierno, Adolfo Suárez, los diputados no conseguían ponerse de acuerdo en la investidura del nuevo; Leopoldo Calvo-Sotelo. El miedo hizo que algunos militares se sublevaran en España e intentaran un “golpe de estado”, que el rey Juan Carlos I abortó con suma prudencia. Al final, España respiró tranquila.
Al día siguiente, escribo: “Fracasó el golpe de estado de ayer y, a las 12 de hoy, fueron liberados todos los diputados del Congreso, retenidos allí por el teniente coronel Tejero Molina y miembros de la Guardia Civil. España se mantuvo en calma absoluta. Hemos estado a punto los españoles de algo trágico, y ahora veremos si todo marcha como exige una buena democracia”. Y el día 25, añado: “Leopoldo Calvo-Sotelo ha sido confirmado por las Cortes como nuevo presidente del gobierno”. “Con motivo del asalto al Congreso, se está deteniendo y destituyendo a jefes y oficiales de las fuerzas armadas”, añadiría el día 26. Al acabar el mes,  escribo con humor: “Este año puede decirse con toda razón que ha tenido un “febrerillo loco”.
Con motivo de mi cumpleaños, se me regala el Diccionario de la Real Academia Española, edición de 1970. Aunque casi todos los días eran iguales, escribo el día 6 de marzo: “Hoy ha sido un día de mucho ajetreo. Después del trabajo, tuve reunión, a las 6, con todos los neo confirmandos; a las 7´30, con el grupo de jóvenes; a las 8´30, con la comunidad de Colomer 5, y, a las 10 de la noche, con el grupo de adultos”. Para más INRI, en la reunión de los vecinos asumo el cargo de administrador de la escalera de vecinos; cargo en el que me mantendrán casi veinte años. El día 11, con motivo del catorce aniversario de mi ordenación sacerdotal, escribo en su agenda: “Mi ministerio está mermado por haberme casado. Yo gritaría al mundo esta eclesial injusticia, cuando jamás he renunciado a la “llamada” y cuando tantos hombres necesitan del apoyo y atención pastorales. Pero, ¿quién me oirá?” No obstante, el día 13, escribo: “Debo evitar que mis palabras se presten a discusión. Lo más importante es la unión y la paz”.
El 28 de marzo, fuí, como cada semana, a la reunión de jóvenes, pero no entré. Y, pasando a la capilla, oré y leí el capítulo primero del libro de Samuel, versículo 16: “La mirada de Dios no es como la de los hombres, pues el hombre mira la apariencia, pero Dios mira el corazón”. Y escribo: “Tengo la sensación como de entrar en la “noche oscura”. Mi espíritu se encuentra cansado”.
El 2 de abril, por fin, recojo mi DNI renovado, en que consta que soy sacerdote y que estoy casado. El día 5, visita la Parroquia el arzobispo de Madrid, Cardenal Tarancón. En la eucaristía, leo y canto. Después, invitado a comer con él, en Caldeiro, se me encargó de hacer los brindis. El 12, Domingo de Ramos, intervengo en la lectura de la Pasión del Señor. El 16, Jueves Santo, anoto en Cehegín que el “amaos como Yo os he amado” es un mandamiento que está por estrenarse. Al día siguiente, reflexionando sobre los recientes crímenes del terrorismo etarra que, por desgracia, se irán haciendo frecuentes, escribo: “Cada día es Viernes Santo”. 
El 20, ya en Madrid, experimento un sentimiento pesimista y me siente raro. Inmediatamente lo supero, diciendo: “Tú solo, Señor, sabes y puedes dirigir la vida de cada criatura. No quede yo defraudado”. El 27 de abril, en el Colegio Menesiano, asisto al IV Encuentro Diocesano sobre Comunidad y Evangelización. Hice la lectura del Evangelio. 
Los primeros días de mayo del 81 son convulsivos en Madrid a causa de los atentados terroristas. 



El 13, en plena plaza de san Pedro, en Roma, el papa Juan Pablo II es tiroteado tres veces, y se teme por su vida. Pero, tras la urgente operación quirúrgica, se fue recuperando paulatinamente. En Madrid se da la alarma de una epidemia de neumonía atípica, que hace que mi madre llame a casa. En los días 20 y 21, hago, respectivamente, dos curiosas anotaciones: “Cuando el hombre deja de conectar con Dios, nada bueno se puede esperar de él, ni él de la vida”. Y “esta noche, TV, han hecho miserablemente el ridículo un  sexólogo y su interlocutor. Sus idioteces son buena prueba del lamentable estado en que están sumidos España y el mundo”. Pero será el 26 cuando me lamento con estas palabras: “Pasan las horas y los días con una increíble rapidez. Y continúo el misterio, Señor. Aquí estoy. Heme aquí. Toda mi vida ansiando ser sacerdote, y apenas hoy ejerzo un mínimo de mi ministerio, cuando contemplo, angustiado, un mundo que no te conoce, ni sabes que le amas, ni lo hacemos hermano ante el mismo Padre. Señor, ¿hasta cuándo?” Estaba muy impresionado por los tristes hechos del pasado 23 y 24 de mayo en Barcelona con el asalto al Banco Central y la obligada intervención de la policía nacional.
El 2 de junio, después del trabajo, me reuní con otros treinta profesores de religión en el Colegio San Agustín, en la calle del Padre Damián. Nos hablaron sobre el proyecto para el próximo curso y sobre la necesidad de que ampliáramos estudios de pedagogía religiosa. Un dolor opresivo en el pecho, semejante al que, años atrás, me diera en la Parroquia de Almería, hizo que tuviera que ir al “Ramón y Cajal”. Allí me hicieron un electro, radiografías y análisis. Pero los dolores intensos que padezco son de origen neuromuscular, ya que el corazón y pulmones se encuentran en perfecto estado. 

Para alabanza de Cristo. Amén. 







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