Desde mi celda doméstica
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miércoles, 15 de julio de 2015

LA ACCIÓN DE DIOS EN NOSOTROS

LA ACCIÓN DE DIOS EN NOSOTROS

Dios nos manifiesta su voluntad para que caminemos, pero nosotros no podemos caminar si Él no nos lleva en sus brazos. Esta real y bella paradoja es la que realiza en el ser humano su perfección o santidad. Dios nos lleva muchísimo más allá de lo que podemos proponernos.
Dice la Biblia que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Él hace de nosotros un cuadro de sí mismo, y él es el que sabe retocarlo, sombrearlo, iluminarlo. Nadie puede realizar en el alma esa operación, pues Quien la creó es el único que puede recrearla.
Dice Pablo en su Carta a los Romanos que todo contribuye al bien de los que aman a Dios. Todo. Dios se acomoda a todos los estados del alma, utiliza todos los medios, escoge todos los momentos, toma todos los caminos. Ciertas advertencias son rápidas como el rayo. Debo aprender a captarlas. He de aprender a que su idea y plan es que yo viva de él, para él y en él. Porque él sabe perfectamente en que estado se encuentra mi edificio personal y lo que se debe o puede hacer, y, según los santos, él dirige su obra, que eres tú y que soy yo, hasta su terminación.
Para ello, Dios emplea, entre otros, dos modos de actuar: despojando y revistiendo, probando y consolando, con dolor y con gozo, tal como requiere mi naturaleza. Pues he de aprender que sólo Dios es Dios, y sus dones son meros instrumentos, pero no son él. Por ejemplo, cuando la sequedad ha actuado en el ánimo, Dios le da luces de inteligencia, de desprendimiento y de conocimiento divino.
El anonadamiento de uno mismo se hace progresivo y, cuando todo obstáculo ha desaparecido, se produce la entrada de Dios y la toma de posesión del ser humano. ¿Qué podrá hacer éste cuando eso sucede? Nada. Sólo amar y ser amado. Y descansar en la más plena paz. Un verdadero anticipo del cielo.
A esa paz se llega por grados, poco a poco, lentamente. Sólo nos queda aceptar. Dios sabe hablar y hacerse entender. Es inútil inquirir sobre lo que está sobre nuestra capacidad o escudriñar lo que excede a nuestras fuerzas. Cuanto viene de dios tiene una misión que cumplir. Aceptemos esa misión.
Por fin, la gratitud es el último peldaño. Aunque al principio no lo sientas, acostúmbrate a decir: "Gracias, Dios mío". Gracias por todo. Nada es tan poderoso como este "gracias" constante para el progreso y perfección del hombre. Esta sola práctica bastaría para santificarte en muy poco tiempo.

Alfonso Gil González

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