Desde mi celda doméstica
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martes, 28 de julio de 2015

VIDA DE ORACIÓN (Cap. 1)


LOS GRADOS DE ORACIÓN

Amigos, soy consciente de que este es un tema como, mínimo, raro o extraño, en un mundo que apenas da valor a la trascendencia, y que se mueve, cada día, por disfrutar de la vida en la medida de lo posible, casi sin más preocupaciones que las de comer, trabajar, dormir y retozar. Estos cuatro verbos se podrían resumir en dos; los otros dos están a su servicio.
No obstante, pienso que el ser humano es algo más, mucho más, infinitamente más. Y para conseguir en plenitud ese "infinitamente más" tiene un medio poderosísimo al alcance de su mano, cual es la Oración, que no es el simple rezar, que no es el instinto de agarrarse a un clavo ardiendo cuando no se

sabe cómo salir de una situación o para acceder a una situación más favorable. No. 
Ya san Gregorio Niceno -os recuerdo que en Internet hay bastante información sobre este personaje cristiano- dejaba escrito que LA ORACIÓN ES UNA CONVERSACIÓN O COLOQUIO CON DIOS. Por otra parte, el franciscano san Buenaventura la definía como EL PIADOSO AFECTO DE LA MENTE DIRIGIDO A DIOS. Estas dos definiciones las dejaba fusionadas nuestra santa Teresa de Jesús al decirnos que la oración es un HABLAR a solas DE AMOR CON AQUÉL QUE SABEMOS QUE NOS AMA.
Cuando nos atrevemos a coger y abrir el Evangelio, podemos tropezarnos con este versículo lucano (18,1): ES PRECISO ORAR EN TODO TIEMPO Y NO DESFALLECER. Los grandes maestros del espíritu escribieron páginas y páginas sobre cómo conseguir ese consejo evangélico de, por una parte, "orar siempre, en todo tiempo", y, por otra, el "no desfallecer". Pero el hecho es que algunos lo consiguen, y yo he conocido a alguno de esos algunos.
Cuando los discípulos de Cristo entendieron que, sin Él, no podían hacer nada, pidieron al maestro les enseñara a orar, y él nos dejó un maravilloso método de oración: el PADRENUESTRO. Oración que los que la rezan corren el riesgo de trivializarla con la rutina, con la no fijeza en los pasos que en ella se expresan como escalones hacia lo perfecto. En cambio, quienes paran mientes en su sentido, y no la comen sino con pausada degustación, saben de su extraordinario provecho. Sin embargo, no quiero ahora hablaros sobre la oración dominical.
Quiero hablaros sobre la ORACIÓN, sin la cual es imposible llegar a la santidad. Quiero hablaros de la Oración simplemente, de la que san Pedro de Alcántara decía que a ella están abiertos los cielos, a ella se descubren los secretos, y a ella están siempre atentos los oídos de Dios. De ahí que afirmara su amiga Teresa de Ávila que quien no hace Oración está perdido.
Continuaremos...
Alfonso Gil González
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