Desde mi celda doméstica
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jueves, 13 de agosto de 2015

FLORECILLAS ALFONSINAS (Capítulo Sexagesimocuarto)




Capítulo LXIV


La carta testimonial

El 12 de septiembre de 1996, con sesenta años transcurridos, recibe el padre Alfonso una carta manuscrita de un ceheginero, preso en la cárcel de Murcia durante la Guerra Civil, y desgraciadamente fusilado. La carta, como testimonio para la Historia, dice así: Cárcel de Murcia, 12 de septiembre de 1936. 
Queridísimos padres: El odio de unos hombres sin caridad me han condenado a muerte; pero, si mi cuerpo muere, mi alma vuela hacia Dios, donde nos encontraremos para no separarnos jamás. Así es que no hay que temer a la justicia de los hombres, sino a la de Dios, que es infalible; y que, si la Virgen perdió a su hijo, que era Dios, los mortales no debemos considerarnos superiores a Dios, y aceptar como buenos todos sus divinos mandatos, puesto que Él sabe lo mejor. Les digo que quizá sea esta una prueba a que el divino Hacedor nos someta para ponernos a prueba. Acepten con la máxima resignación lo que me pasa, y quiera Dios vivan largos años para pedir a Él por mí; y aunque ustedes en la tierra y yo en el cielo, estaremos siempre unidos, no sufran, no penen por mí, puesto que moriré como español que ama a su Patria, y como católico que ama a su Dios. Qué mayor gloria para mí y para ustedes que morir por nuestra Patria y nuestro Dios, cuando ya tantos me precedieron por defender los mismos principios que yo he defendido toda mi vida. Todos loa auxilios espirituales los he recibido, y qué mayor tranquilidad que morir de esa forma. Fernando corre la misma suerte que yo. Atiendan y protejan a la Antonia y a sus hijos todo cuanto puedan, y no regatearles nada en el mundo, y hagan todo lo posible por que mis dos sobrinos estudien, ya que no les queda nada más que eso en esta vida transitoria, y que sepan por qué ha muerto su padre y su tío, y enseñarlos y educarlos para que amen a Dios y a España.
Mucha resignación para los hechos consumados, que quizá sea una prueba de Dios. Así es que hay que sobreponerse a las circunstancias, puesto que lo contrario a nada conduce. Muchos recuerdos a Quiteria y a sus hijos y marido, y ustedes, mis queridísimos padres, reciban un millón de besos y otro de abrazos de su hijo que siempre les ha querido de todo corazón, y que desde el cielo pedirá a Dios por ustedes su hijo
A G E.
Muchos recuerdos a todos mis amigos y, sobre todo, a los que siempre me siguieron en mis ideales, y que tantas pruebas de amor, cariño y lealtad hacia mí y hacia Falange me dieron y jamás me abandonaron.
A G.
¡Arriba España!
La he trascrito tal cual, para que el lector saque las consecuencias oportunas. Como digo, mi padre la recibía de un amigo el mismo día, pero sesenta años después.
Al día siguiente, 13, y a causa de las fuertes lluvias de estos días, por primera vez la Procesión de la Virgen de las Maravillas subía este día a la Parroquia de Santa María Magdalena. Siempre suele hacerlo el 10 de septiembre, para regresar a su camarín del convento franciscano cuatro días más tarde, el 14.
El 18, en Madrid, acude al barrio de San Blas para visitar la Casa de Jesús Caminante., y providencialmente se encuentra, al día siguiente, con San Román, que creía se había perdido, con quien hablaría unos días más tarde.
El 20, viaja en coche hasta Almendralejo (Badajoz), en cuya Parroquia de San Roque fue informado sobre el funcionamiento del Albergue para Transeúntes que atendía Cáritas y la Policía Local, tras saludar al sacerdote Manolo y al presidente de la Cáritas parroquial. Papá, ya en casa, subrayaría: Las palabras y los signos de Jesús no habían sido desveladores de la oferta del Reino para su propia familia. Y Jesús aclara: para pertenecer a su hogar de comunión y confianza, basta incluirse en la dinámica “gracia-exigencia”.
Los últimos días del mes los dedicará a pasear con mi madre, a quien le hablaría de sus más profundos sentimientos. Conversaciones largas y serias que finalizaban con el apunte en su diario: “Señor, en Ti está nuestro destino. Sólo Tú, Señor, eres la luz que puede iluminar nuestra vida.”



Vídeo catalán, Confirmación y enfermedades

Octubre del 96 lo inicia el padre Alfonso subrayando en su agenda: El discípulo está llamado a tener los mismos sentimientos que Jesús.
El 4, recibí una cinta de vídeo de Paquita de Barcelona, amiga de papá desde sus años almerienses. Aún lo conservo.
El 11, el padre Alfonso iniciaba el curso catequético con los vecinos bajo el temario “en busca de la fe”.
Al día siguiente, visitaría el Seminario Metropolitano de Madrid. Habló con Enrique González Gil –curiosamente, los apellidos cambiados de mi padre- sobre la posibilidad de crear un albergue para los más pobres.
El 22, deja escrito en el diario: “¡Señor, ayúdanos, que sin Ti nada es posible!”
El 28, en el Ambulatorio de la calle Doctor Esquerdo, le extirparon a mamá un pólipo del cuello del útero. Desde esa intervención, sangraba de vez en cuando.
Noviembre del 96 se iniciaba con un viaje al pueblo del padre Alfonso, que se hallaba en un proceso de misión popular, y él participó en una de las asambleas vecinales aportando su granito de arena. Asistió, igualmente, a la celebración de la Penitencia. El 9, escribiría en su diario: “He entendido algo de lo duro que es, Señor, aceptar tu voluntad cuando no sabemos en realidad cuál es en cada momento.”
El 12, añadiría: “Día importante, Señor, y tú sabes por qué: el amor como virtud y el amor como sentimiento. DIOS ES AMOR.” Para continuar, el 15: “Señor, que sabes lo que hay fuera y dentro del ser humano. Responde Tú a lo que esperas de nosotros.”
El 16,en Caldeiro, su hijo mayor recibía el sacramento de la Confirmación, junto a otros cincuenta jóvenes. Hizo de padrino su tío Pedro Franco.
Desde Cehegín, llamó Josita Ciudad. A partir de ahora, habrá frecuentes llamadas, de ida y vuelta, porque su salud, a causa de un cáncer, se iba deteriorando por momentos. De hecho, el 22, hizo mi padre gestiones por teléfono para que diversos especialistas atendieran el linfoma de esta ceheginera, que moriría meses más tarde.
También la prima María, la monja claretiana, estaba en pleno proceso de cáncer de estómago, con el tratamiento de radioterapia correspondiente. Se llegó a temer que no llegara a la próxima Navidad.
Al entrar diciembre del 96, papá subrayó en su agenda: Si la fe activa es fundamental para la entrada en el Reino, muchos quedaremos admirados al ver los hombres, mujeres y niños que, de todas partes, vendrán a ocupar su puesto en el Banquete de Bodas.
El día 3, anotará: “Dios mío, ¡qué grande y sabia es tu voluntad!”
El 5, subrayará: Nuestra casa es fruto de un esfuerzo que no acaba.
Estos días previos a la Navidad, intensifiqué con mamá las vistas al Asilo de Ancianos de Madrid. Y nos enteramos de que Antoñita, la mercedaria, estaba gravemente enferma. También moriría más tarde.
El 23, escribe el padre Alfonso: “Señor, que nadie sufra por mi causa. Que sepa hallar el equilibrio necesario.”
Nochebuena y Nochevieja las pasó con nosotros en Cehegín. Al acabar el año 1996, cierra su diario dando gracias al Señor por este año que termina. 1997 no carecerá de sorpresas.

En alabanza de Cristo. Amén.

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