Desde mi celda doméstica
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viernes, 21 de agosto de 2015

FLORECILLAS ALFONSINAS (Capítulo Sexagesimonono)



Capítulo LXIX


Formación cofrade

1999 lo empezaba el padre Alfonso dando gracias al Señor por el Año Nuevo, último del siglo XX. Como cada primero de año, seguiría el Concierto que se daba desde Viena. Algunos amigos de Madrid llamaron para felicitarle el año nuevo. Otros, como los Recio, vendrían a hacerle una visita. Él los recibió en la Estación de Calasparra. Pasarían dos días con nosotros. Papá los llevaría a visitar detenidamente el bello pueblo de Cehegín, y los acercaría a Caravaca, a visitar el castillo y venerar la Cruz.
Los problemas en el seno de la Junta Central de Cofradías parecían acentuarse. Todo se resolvería, no con poco dolor. Un cruce de llamadas con el Delegado Diocesano le daría la luz necesaria. A partir de ese momento, iniciaría todo un proceso de formación para los cofrades, empezando por sus presidentes. En realidad, era eso parte fundamental, pues casi todos los problemas procedían de las envidiejas surgidas por querer lucirse, por la vanidad y la torpeza e ignorancia. Se precisaba un plan de formación que estuviera apoyado y potenciado desde la Diócesis.
Entretanto, mi madre Maravillas se agravaba en su enfermedad. Desde el pasado año, su estado de salud era muy delicado. Todo hacía prever, ahora, un desenlace fatal. Pero llegaría a cumplir los 90 años. 
Cada domingo, el resumen de las lecturas de la Misa nos recordaba el mensaje esencial de la Palabra: 
Si no nace la Palabra, todo lo que hablamos son voces vacías, sonidos lanzados al viento.
La jornada diaria es simple: Por la mañana ayuda a su sobrino en la administración. La tarde, en casa, atendiendo el correo, las visitas, los problemas derivados de su cargo en la Semana Santa. Lee y escribe, y sigue escuchando la música clásica. Acaba de adquirir un libro muy interesante y caro, Un curso de milagros. Le será muy útil para lo que se ha propuesto en la formación cofrade. Casi todas las noches, tiene alguna reunión. Y por supuesto, todos los días, sin permitirse ni una excepción visita a su anciana madre, sabedor de que son pocos días los que podrá ya disfrutar de su presencia y de sus palabras. Aún le sigue asombrando a papá la capacidad de su madre Maravillas para entender cosas complicadas al resto de los mortales, incluido el libro mencionado.
Un amigo, compañero suyo del Colegio Seráfico, le visita en estos días. Y las monjitas Clarisas de Hellín, que vienen a hacer algunas compras para el convento, comen en casa con nosotros. Se les une una tal Isabel, que hubo de salir de la comunidad, después de muchos años, para atender a su madre. Ya no regresaría al monasterio.
En Madrid, su amigo Miguel Sánchez, que es abogado, va a gestionar, en estos finales de enero, la compraventa del piso de Madrid. Necesitará un poder notarial, que mis padres le darán el día 22. El piso se lo van a quedar unos religiosos mercedarios de la calle Castelar, que lo utilizarán para atender a jóvenes en régimen de internado.
Aunque las reuniones de la Junta Central ya se empezaron a dar en la Casa Sacerdotal de la Cuesta Moreno, no pocas se efectuaron en los salones parroquiales del Convento franciscano de Cehegín. Sobre todo, para el plan de formación.
Acompañado de su hermana Paquita, de vez en cuando, salía a pasear, y en su diario quedan algunos kilómetros anotados: 12, 5, 4, 21, 7, 9, 3…
En febrero del 99, el decaimiento de su madre se hacía irreversible.
Cada miércoles, el párroco Don Julián empezó a venir a comer a casa. Aprovechaba para dialogar con papá sobre la Junta de Cofradías y sobre el Consejo Pastoral de la Parroquia. Es en este mes de febrero cuando, una vez más, daría un cursillo prematrimonial: Servicio cristiano y Bautismo sería uno de los temas.
El 13, asiste en la Casa de la Cultura a la charla que da el popular periodista Tico Medina, que disertó sobre la vida de un reportero.
Diversos medios de comunicación, a partir de este año, irán entrevistando a mi padre para que les hable sobre la próxima Semana Santa, y sobre quién va a ser el Pregonero de la misma. Este año, el pregonero sería su paisano Antonio de Béjar, actor y profesor en la Escuela de Arte Dramático de Murcia. Y otro paisano, y amigo suyo de la infancia, sería el autor del Cartel anunciador de la Semana Santa ceheginera, Pedro López Chico, que hizo toda su carrera profesional en Cataluña, pero que, ahora, vivía en Cehegín definitivamente.



La muerte de la madre

Ya el 25 de febrero de 1999, mientras comíamos, avisaron al padre Alfonso que su madre agonizaba. Él subió rápidamente a su casa y rezó la recomendación del alma. Al ver que su deshidratación era notable, acudió al médico Don Félix, que le puso una sonda nasal. Tenía 39 de fiebre. Siete días estuvo en la agonía.
Al día siguiente de cumplir mi padre 56 años, su madre partía de este mundo. Era el 2 de marzo. Papá anotó en su diario: “Hoy es un día indescriptible para mí. Mi madre ha subido al cielo. Eran las 9´15 de la mañana. Poco a poco, sin poder hacer nada por ella, salvo el rezar y estar a su lado, iba viendo cómo su respirar se agotaba, sin abrir los ojos, sin pronunciar una palabra, tan sólo una especie de quejido. Y cada vez menos. De vez en cuando, un gesto de disgusto, unos bostezos. Y el agotamiento. Fui testigo de su último aliento. Voló, y su cuerpo se deterioró hasta lo inverosímil. 
Todo el día en casa de mi difunta madre. No me lo creo. Visitas continuas de gente que viene a darnos el pésame. Sigo sin creer que, allí, sólo está el cadáver de quien era mi madre. A las 4´30 de la tarde del día 3 de marzo, el Entierro. Vamos a la iglesia del Convento. Presiden la Eucaristía Don Julián Vicente, párroco de Santa María Magdalena, y el padre Ángel Nicolás, párroco de Nuestra Señora de las Maravillas. Del convento al cementerio. En el nicho 81 del bloque de San Luis, quedan sepultados sus restos mortales. A ello se unieron los de mi padre, muerto hace 32 años, y los de un sobrino de 24 horas.”
“Aunque he pasado la mañana en el trabajo, sigo pensando que ya no veré, ni oiré, ni besaré más a mi madre. Sólo me alegra, Señor, el que se haya fundido en tu Amor, en tu Ser, en tu Divinidad. Y que, algún día, ese sea mi destino.”
El día 4, pasó a casa de su difunta madre. No pudo contener las lágrimas. Seguía recibiendo muchas llamadas de pésame, y hasta el alcalde de la ciudad le envió un escrito expresando sus condolencias. 
Dada la proximidad de la Semana Santa, mi padre continuaba sus reuniones con los presidentes de las cofradías. Y asistía, el 6 de marzo, en la casa de la Cultura, a la charla del político José María Mendiluce sobre Democracia y solidaridad, invitado por Manos Unidas y presentado por el Vicepresidente de la Junta Central de Cofradías.
Al día siguiente se traía a casa un enorme cuadro del Corazón de Jesús, única herencia de su madre, -pues, ya de fraile, había renunciado a todo otro patrimonio familiar-, que preside nuestra casa.
Su responsabilidad con la Semana Santa le obligaba a atender entrevistas radiofónicas y televisivas. Asimismo, el 12 de marzo, asiste, en Alhama de Murcia, a la celebración del Día del Nazareno, con Procesión incluida. De toda la región murciana se presentaron responsables de cofradías para participar en un evento que, más tarde, él llevaría hasta el pueblo de Cehegín, según comentaré. 
Pero es el 15 de marzo cuando se presenta en casa una representación coral para pedirle que les ayude a crear un coro grande, encargándose de la dirección. A partir de entonces esta entidad cultural tomará el nombre de Coro y Orquesta Ciudad de Cehegín, hasta la fecha, cosechando éxitos fuera y dentro de España, como diré en su momento. Dicho título se aprobó en la reunión mantenida el 25 de este mismo mes, en los salones de Cajamurcia.
El 20, su amigo y exrector del Colegio Seráfico le regala el libro que ha traducido sobre Cuestiones disputadas en San Buenaventura. 
El 27, con motivo del primer Día del Pregón de Semana Santa, recibe en casa a los presidentes de cofradías, al Pregonero, a los Cofrades de Honor, a la Banda de Música de la Sociedad Musical de Cehegín…, a todos los cuales invitaba con unos dulces y bebidas, creando así una tradición agradable que se perpetuará dieciséis años, tiempo de su mandato. Luego, en comitiva, se iba hasta la iglesia de La Soledad, donde, después de la Eucaristía, se pronunciaba el Pregón, y se tenía posteriormente una Cena de Hermandad en un restaurante del pueblo. Invitación similar repetiría cada Viernes Santo por la tarde, antes de la Procesión del Santo Entierro, viniendo, esta vez, una Banda de Música de Valencia. Acabaría el mes con la entrega, por parte de la Municipalidad, de dos millones y medio de pesetas para ayudar a los gastos derivados de la Semana Santa. Mi padre los repartía a las diez cofradías, no quedándose jamás con un céntimo siquiera de esa subvención, pues todo lo sometía a Pleno, y era éste quien decidía trabajos y ayudas económicas. Ni siquiera llegó a utilizar el apartado económico reservado a Presidencia, dejándolo todo para la Semana Santa. 

En alabanza de Cristo. Amén.

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