Desde mi celda doméstica
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domingo, 23 de agosto de 2015

FLORECILLAS ALFONSINAS (Capítulo Septuagésimo)


Capítulo LXX


Actividades varias

El 3 de abril de 1999 era Sábado Santo. El párroco Don Julián había pedido a mi padre que, en la Vigilia Pascual de la noche, cantara el Pregón en Santa María Magdalena. En la magnífica iglesia, repleta de fieles, resonó su poderosa voz. Así haría cada año, a partir de entonces.
Los diversos presidentes de cofradías serían entrevistados por él, en la televisión local, para repasar el trabajo de éstas.
El 8 de abril, se iniciaban los ensayos del Coro Ciudad de Cehegín a las órdenes del padre Alfonso, haciendo de pianista y responsable de los bajos su amigo Pedro López. Los ensayos se han hecho, hasta el día de hoy, en la Casa de la Música. Poco a poco, se fue configurando el coro como una asociación cultural sin ánimo de lucro, con sus estatutos y reglamento interno, y se confederó con sus homónimos de la región murciana. Se hacían dos días de ensayo por cuerdas y uno general, cada semana.
A petición de un matrimonio, empezó papá a dar clases de latín y griego a una de sus hijas. Esta actividad le permitía renovar su formación humanista de la época del seminario. Y, sería a partir del 15 de abril, cuando, tras despedirse su amigo Juanjo Gómez de la corresponsalía de El Noroeste, mi padre la asumiría y empezaría a escribir en dicho periódico con asiduidad.
Tras la Semana Santa, papá convocaba a las Cofradías para revisar en común el trabajo evangelizador de esas fechas tan señaladas en el año litúrgico. Cada una de las Cofradías solía celebrar una comida de hermandad para agradecer a sus anderos y cofrades su participación en las Procesiones. Naturalmente, a mi padre le invitaban a cada una, para dar sentido de unidad en la Junta Central que presidía.
El párroco le había pedido que, durante las tardes del mes de mayo del 99, dirigiera el ejercicio dedicado a la Virgen María. Y lo hizo puntual y dignamente. Cada tarde, a las 6, se reunía con los fieles en la Ermita del Santo Cristo, próxima a casa, y allí rezaba y cantaba con ellos las glorias marianas. Incluso el Coro Ciudad de Cehegín llegó a intervenir estos días dedicados a la Santísima Virgen. Y lo volvería a hacer, el 6 de junio, en este mismo sitio, con motivo de la Festividad del  Corpus Christi, interpretando el AVE VERUM de Mozart y el PAN DIVINO de Guerrero.
En estos días de mayo, quedó registrada la escritura de la nueva casa, una vez liquidada la de Madrid. Hubo de hacer una breve visita a la capital de España. Al detenerse, de vuelta, en las Clarisas de Hellín, éstas le dieron arroz, lentejas y pasta.
Asiste, el 15 de mayo, a la inauguración del Salón de Plenos del flamante Ayuntamiento ceheginero. Luego, en el Molino Chico, tuvo con el Coro una sesión especial de canto, mostrándoles un video sobre grandes coros del mundo. Al día siguiente, participaría en la Procesión de San Isidro Labrador, muy arraigada en su pueblo.
Con la entrevista que hace por televisión al pianista del coro, Pedro López Sánchez, inaugura una serie de entrevistas televisadas a personas mayores de Cehegín o relevantes de la Comunidad Murciana. Más de un centenar llegarían a ser. Cada semana, en el Programa local, HABLANDO CON… En este mes, entrevistaría al Mons. Azagra, obispo emérito de Cartagena
En la tarde del 22 de mayo, asistió con toda la familia a la Profesión de la clarisa de Hellín, Sor Francisca de Jesús Tarancón. Como en el siglo era flautista de la Banda Municipal de Hellín, ésta intervino en la ceremonia religiosa. Mi padre aprovecharía, además, para saludar al padre José Carrillo, antiguo profesor suyo de filosofía, y a algunas personas conocidas veinticinco años antes. A la profesa clarisa le hice, en junio, una entrevista para la televisión de Cehegín, que gustó mucho.
En junio, le preguntó el alcalde a mi padre si tendría inconveniente en hablar de él en una entrevista. Aunque el edil era socialista, papá no se negó en reconocer los méritos que le acompañaban a su gestión municipal. Y esto fastidió un tanto a la oposición. Pero, cuando ganaron los del Partido Popular, tampoco se negó a hablar de ellos. Y es que papá, que nada tenía que ver en política, procuraba ser justo y agradecido a las personas, fueran del signo que fueran políticamente. Pero, lógicamente, sufriría las incomprensiones de los que estuvieran en oposición. El hecho de que, el 13 de junio, hubiera elecciones municipales, y volviera a ganar el alcalde socialista, fue suficiente para que le atribuyeran a papá parte de esa victoria. E igual sucedió cuando, años más tarde, ganó el PP. Pero ya hablaré de ese tema en su momento.



Caliente verano

Julio de 1999 empezaba con una entrevista al poeta Fernando Gil Tudela, amigo de mi padre Juan, para la televisión local. Cuando el padre Alfonso sale de la misma, se entera de una noticia trágica: el sargento o comandante de puesto puso fin a su vida en la casa cuartel de la Guardia Civil.
El Coro Ciudad de Cehegín proseguía sus ensayos. Lo hacía por la noche, cuando el calor era menos hiriente, y desde Palacio de los Fajardo, hoy Museo Arqueológico. Siempre había alguna actuación próxima, como la boda del día 3 en el Castillo de Caravaca.
Mi familia alternaba el verano entre el pueblo y la huerta. 
El 7, entrevistaba mi padre al neo sacerdote David Martínez Robles. Desde antes que entrara al seminario, había seguido sus pasos y su trayectoria. Ese mismo día, marchaba a Jumilla, para entrevistar a su amigo y excompañero franciscano, Manuel Gea Rovira, casado años atrás con una jumillana, Faustina Bustamante, poetisa. Y con ellos subió al Monasterio de Santa Ana del Monte, a recordar viejos tiempos felices.
Un breve viaje a Murcia para buscar piso a sus hijos: el mayor haría protésico dental, el segundo estudiaría Psicología en la Universidad Civil. 
El 29, entrevista en Murcia a su antiguo compañero del Colegio Seráfico, Francisco Torres Monreal, que en ese tiempo, era catedrático en la Universidad de Filología Francesa. Fue en su casa, y Teresa, la hija, tocó el piano para los dos, mientras su esposa Isabel les invitaba a un helado de limón.
Como papá empezó a escribir en EL NOROESTE aspectos de la vida diaria de su pueblo, el Ayuntamiento le facilitaba las Actas de los Plenos como material de primera mano.
El 2 de agosto, entrevista a su amigo Juan Fernández Párraga. Este hombre le tenía en gran aprecio, y solía hablar con el padre Alfonso cuando venía de visita en su época de fraile.
El 3, recibe la visita de los Mora, desde Huelva. Aprovecharía para entrevistar a Pepe Mora, a la sazón Delegado Cultural de la Junta de Andalucía, antes de que siguiera su viaje hasta Onteniente, de donde era toda su familia.
El 4, por un error de camino, el coche de papá se le atrancó a la orilla del río Argos, cuando iba a visitar a los “Quintos”, en su huerta, y tuvo que intervenir la grúa para sacarlo de allí. La broma le costó 11.600 pesetas.
El 6, vinieron desde Guardamar, donde veraneaban, unos amigos de Madrid: Paco y Mari Carmen, Susana y Juan y su hijo Daniel. Visita rápida, pues se volvieron a Guardamar en esa misma tarde.
El 8, fue con el Coro a cantar en la Misa celebrada en la Ermita del Escobar. Esa aldea ceheginera celebraba sus fiestas locales. Por la tarde, se nos unió un matrimonio madrileño, Alfonso Borrego y Mari Carmen, que estaban de vacaciones en Puebla de Mula, de donde ella era natural. Él era cura de allí cuando la conoció. Y llegaron a tener dos hijos.
Fue el 13 cuando, en visita a Madrid, mi padre solicita el subsidio para mayores de 52 años, una especie de prejubilación hasta que, por edad, llegara a la jubilación misma.
Era costumbre del verano, en el tiempo que estábamos en la huerta del molino, el preparar tomate para su conservación. En grandes bidones se calentaba con fuego de leña, se pelaban posteriormente y se iba introduciendo en centenares de frascos de cristal que, una vez cerrados, volvían a calentarse en los mismos bidones metálicos.
El 26, sucedió algo inaudito. Se acercó mi padre a casa de Don Julián, el cura párroco, al enterarse de que le habían cesado y trasladado al Llano de Molina. Él le enseñó a papá la carta que le había escrito al Obispo, exponiéndole la trama urdida por un vecino del pueblo  para que se produjera esa cesión. Y aunque mi padre llamó por teléfono a ese susodicho vecino, éste lo negó todo. Pero mi padre estaba seguro de la verdad expuesta por el cura depuesto. Porque, tiempo atrás, en plena sacristía, le había amenazado con intentar echarlo del pueblo, siendo testigo mi padre de semejante abominación. En vano escribiría el padre Alfonso un alegato a favor de su cura párroco, que publicó en la prensa. Porque, aún hoy, los hijos de las tinieblas son más astutos y desvergonzados que los hijos de la luz.

Para alabanza de Cristo. Amén.

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