Desde mi celda doméstica
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miércoles, 23 de septiembre de 2015

FLORECILLAS ALFONSINAS (Capítulo Octogesimotercio)



Capítulo LXXXIII


Nuevos pastores

En septiembre de 2003 mantiene un programa de formación cristiana responsable, y Juanjo Gómez le ayuda a crear el grupo con que cada sábado, por la mañana, bien en el monte, bien en el parque, bien en lugar cerrado, irá reflexionando y orando comunitariamente. Como cuando estuvieron en casa de Antonio el puro, que cada día veía menos y escuchaba peor. Juanjo se casaría muy pronto con Juana Mari, en la iglesia de la Concepción o del Paseo.
Como el cura párroco iba a ser sustituido, con él habló largamente. Días después, participaría en la cena de despedida de Don Vicente Hernández Chumillas, que iría destinado a la parroquia de San Juan Bosco de Cieza. También la Junta de Cofradías le despediría como Capellán de la misma. Vendría a sustituirle Don Serafín Campoy Reinaldos. Poco a poco tuvo que ganarlo para la causa de la Semana Santa, siendo, con el tiempo, su mejor aliado. Al principio, rehusaba el cargo de capellán si no le venía el nombramiento desde el obispado. Papá se lo trajo, tras hablar con el obispo Ureña pastor.
El 6, va con el Coro a la ciudad de Mula, para cantar en la Misa y Pregón iniciales del las Fiestas del Niño Jesús de Mula. Al siguiente día, en la Sala Camelot, asiste a la coronación de la reina de las fiestas cehegineras, pregonadas por Sebastián Caballero, general de brigada, y al vino español en el restaurante La Muleta. En este mismo restaurante cenaría con el Coro, tras el éxito del concierto dado conjuntamente con la Sociedad Musical de Cehegín. Y, también en dicho lugar, tendría la cena banquete de la boda de sus amigos Martín y Ana. Había recibido una singular invitación a “participar con su presencia, oración y apoyo, y dar juntos gracias a Dios por el enlace matrimonial”. Es más, en la tarjeta de invitación constaba el siguiente texto del libro de Ruth: Donde tú vayas, yo iré; donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras, moriré. De Pliego le vendría la noticia de que una sobrina nieta de su amigo Pedro moriría a causa de un accidente en las atracciones de las fiestas de ese pueblo. 
El 15, va con el coro a Lorca, en cuya iglesia de San Francisco, una vez más, cantarán la Misa en honor de la Virgen de los Dolores.
El 20, con motivo del centenario de la Adoración Nocturna de Cehegín, con asistencia de otras homónimas venidas de Almería y de Alicante, participa en la Misa que presidió el obispo de la diócesis, en la iglesia de la Concepción. Hubo, luego, procesión por el casco antiguo de la ciudad, con participación de la Junta Central de Cofradías.
El 28, va con el Coro a Torrepacheco (Murcia), para cantar en el Centro Cívico.
Ya en octubre de 2003, el día de san Francisco, que era sábado, estuvo en Murcia, reunido con el Secretariado Diocesano de Hermandades. Y por la tarde, ya en Cehegín, participó en la procesión del Pobre de Asís por las calles del Barrio del Convento. Al día siguiente, de vuelta a Murcia, presentaría en el Auditorio de Música el concierto dado por la Sociedad Musical de Cehegín, con obras de Talens, Dvorak, Ployhar, Vélez, Álvarez, Chueca, Verdi y Alonso. Todo un éxito. Allí le felicitó un tal Francisco Ortíz Fernández, que fue el primer dentista que tuvo Cehegín, allá por 1950. 
Entre los problemas que tendría con Betania, estaba la reclamación de una parcela que ésta consideraba como suya. Hubo de intervenir el aparejador del Ayuntamiento, José María Alcázar, que visitó con él la pedanía de El Escobar, donde se levantó acta de reconocimiento de parcelas. Capítulo importante de su presidencia en esa institución era la contrata de trabajadores, no siempre del agrado suyo. Conforme pasaba el tiempo, se percataba de que los hilos de Betania eran manejados por otras personas vinculadas a ella desde su origen. 
Un problema surgido con una cofradía murciana puso en guardia al Delegado Diocesano, que lo llamó varias veces, para que él fuera conocedor del tema, hasta que se resolvió positivamente. De vez en cuando, Don Silvestre del Amor y mi padre se veían en la parroquia de San Antolín para ver y resolver asuntos semanasanteros. 



Radio Levante

Noviembre de 2003 nos traía a casa la visita de un misionero javeriano, que comió con nosotros, y el anuncio a los medios de comunicación del compromiso del Príncipe Felipe con la periodista asturiana Letizia Ortiz Rocasolano. Seguiríamos por TVE diversos reportajes que se emitieron con tal motivo. E incluso hubo un Concierto Homenaje a los reyes de España, con la presencia de ambos novios.
Papá, mientras, recibía visita de varios componentes de la Semana Santa: el uno, para pedir que la calle de Arco Viejo se re estructurara como estaba antes; el otro, venía a quitar el roce que hacía la puerta de casa sobre el pavimento; y un tercero, para decirle que había visitado al obispo de Murcia para preparar la venida del obispo “bigastrense”, que residía en Méjico. Desgraciadamente, este monseñor fallecería poco después y no pudo trasladarse hasta España. En cambio, el título de Obispo de Begastri pasaría a Juan Antonio Martínez Camino, una vez que lo consagraran obispo en la catedral de Madrid. Ya hablaremos de ello.
El padre Alfonso visitaría las oficinas de Radio Levante, en Murcia, siendo invitado por mí a emitir un programa semanal, titulado Entre el cielo y la tierra. También visitaría, en Caravaca de la Cruz, a la periodista Nieves Herrero, que, el 12, efectuaba su programa vespertino, en Radio Nacional, desde el Teatro de esa ciudad. Y aún habría de hacer una visita importante: llamado por el señor obispo, éste le felicitaría por la rapidez de respuesta en el affaire del cura Vicente, sacando a éste airoso y condenando a su detractor, como apunté más arriba.
Asistía, el 15, a la reelección del presidente de la cofradía de la Pasión de Cristo, su amigo Francisco Ciudad, que se efectuó en el convento franciscano. Y, ese mismo día, por la tarde, participaba en la cena que la familia De Béjar había preparado en su casa de campo, en la serranía de Burete, próxima a Cehegín.
Días después, en la capilla de la Casa Parroquial, participa en la oración comunitaria que habían organizado las Juventudes Vicencianas.
Isidro López Fajardo, del que habrá que hablar en otra ocasión, le entregó a mi padre unos papeles sobre el SIDA, para la charla que daría en el Ayuntamiento de Caravaca, con motivo del Día Mundial contra esta enfermedad. 
Viaje significativo fue el realizado a Soto del Real (Madrid), para asistir al matrimonio civil de la prima María Angeles y su novio Gumersindo, en el Ayuntamiento de dicha localidad. El banquete se celebró en el Restaurante La Cabaña. De regreso a casa, durmieron mis padres en la de David y Nieves, antiguos vecinos de cuando vivíamos en Madrid. Ellos explicaron cómo había muerto Saturnino, esposo de Elisa, y vecino del 4º. Dios lo tenga en su gloria.
El 23, participaba, en Caravaca de la Cruz, en la procesión que se hizo con motivo de la llegada de las reliquias de Santa Teresita del Niño Jesús, desde el convento de los carmelitas hasta el castillo santuario de la Vera Cruz. Procesión que presidiría el obispo de la diócesis, Ureña Pastor.
Con días de retraso, se celebraba en la Casa de la Cultura de Cehegín el Concierto en honor de Santa Cecilia, patrona de música desde el siglo XV, dado por la Banda de la Sociedad Musical, y presentado por mi padre.
Ya en diciembre de 2003, seguía por televisión los actos conmemorativos del 25 aniversario de la Constitución Española, entre los que destacó el Concierto dado en el Teatro Real de Madrid. Ese mismo día, 6, celebraba sor Concepción, monjita del Hospital de la Real Piedad de Cehegín, sus bodas de oro. Al día siguiente, su primo Juan Antonio Ciller le regalaba a papá una liebre, cazada en su finca, que, luego, él regaló a su cuñado Franco, aficionado a la caza. Se la comerían con arroz días más tarde.
Este mes, 12, va a Cartagena para asistir a la conferencia que su amigo Pepe Mora, de Huelva, daría en la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación, acompañándole, luego, hasta Lorca. Al regresar a Cehegín, mi padre, en la sede de la Camara Agraria, presentaba el proyecto de Estatutos de la Hermandad de San Isidro Labrador, que se le había encargado.
El 14, en Caravaca, asistía a la Jornada Diocesana de Hermandades y Cofradías de Semana Santa, con comida fraterna, tras la Misa en el Santuario de la Vera Cruz, en el restaurante Salones de la Cruz.
Aunque, este mes, la dedicación de papá al centro de Betania se intensificó, el 26 supuso para él inicio de un enfriamiento anímico, toda vez que tuvo que asistir a la vergonzosa reunión en la que se solicitaba subida de sueldo –como si ganara poco- a uno de los responsables de la casa de rehabilitación de toxicomanías.
Con motivo de la peregrinación de la Cofradía de san Juan Evangelista al Santuario caravaqueño, participaría de la Eucaristía y, ya por la noche, del ágape ofrecido en el restaurante La Fama, al que también asistió el párroco del Salvador, Ramón García.
Y el año lo acabaría con la redacción del periódico El Noroeste, que tuvo su comida de Navidad en el restaurante Sierra Mojadas de Archivel, cerca de Caravaca. Y deja escrito: Lo cierto, Señor, es que el tiempo, si es que existe, se nos lleva raudamente. ¡Gracias por este 2003!
¿Qué será de 2004?

En alabanza de Cristo. Amén.

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