Desde mi celda doméstica
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miércoles, 13 de enero de 2016

MIS APUNTES PATRIOS (III)



LA ESPAÑA PRIMITIVA



La prehistoria da paso al primitivismo histórico que, en el caso de España, va a tener como primeros protagonistas a los pueblos iberos, allá por el 2000 a.C., y a los pueblos celtas, hacia el 6oo a.C. Vendrá, luego, la fusión o mezcla entre ambas etnias, que ocuparía el centro de la península. Y, naturalmente, junto al Guadalquivir, y como consecuencia del progreso al que les había llevado la edad del bronce, estaban los Tartesos, más civilizados que sus predecesores y que sus coetáneos.
Hablar de paz, y de paz estable, en esta época de la España primitiva, se hace muy complicado, pues las procedencias africanas de los iberos y las europeas de los celtas no facilitaban la convivencia. No obstante, el hecho de que ya la familia existía entre ellos como base social, máxime en aquella cuyos esposos, por decirlo así, procedían de mundo tan diferentes, fue factor decisivo para un mayor entendimiento a nivel, digamos, menos tribal.
Fruto de todo ello, el desarrollo de la agricultura, de la cerámica, de la escultura y, cómo no, de una legislación escrita, tanto para las relaciones puramente civiles como para las ceremonias rituales o religiosas más o menos politeístas y basadas en la Naturaleza. La llamada “Dama de Elche” o el hallazgo de multitud de vasos de barro, perfectamente decorados, pertenecen a esta época que nos ocupa.
Esta era, en líneas generales, la situación de la primera España histórica, cuando se produce el advenimiento colonizador de Fenicios y Griegos que, al tiempo de aprovecharse de lo nuestro, nos dejaron una cultura superior, así como buenos maestros de la navegación y del comercio. Los fenicios entraron por Cádiz y se extendieron por todo el sur de lo que hoy es Andalucía. Sólo su avaricia determinó que los naturales de España les dieran billete de vuelta.
Los griegos, en cambio, entraron por el Este o levante español. Tuvieron mejor acogida que los fenicios y nos enseñaron la numismática y un mejor cultivo de la vid y del olivo. Eran más pacíficos, porque la cultura, desde siempre, ha sido factor básico de unas relaciones humanas estables y crecientes. Y ello, a pesar de que la entrada de los Cartagineses, desde el norte africano, no hizo más que complicarnos la vida con Roma. Barcelona y Cartagena les deben casi todo. Mas, como los cartagineses sólo pensaban en reclutar soldados y cobrar tributos, poco rastro dejaron a su paso entre nosotros.

Alfonso Gil González

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