Desde mi celda doméstica
Buscando...
sábado, 23 de enero de 2016

MIS APUNTES PATRIOS (VII)


FIGURAS DE LA ESPAÑA CATÓLICA


Ya en la España visigoda, allá por el siglo VII, hay que destacar la figura de san Braulio, hermano del obispo Juan de Zaragoza. De joven se había preparado en Sevilla, destacando en sus estudios y en su vida piadosa. Vuelto a Zaragoza, sustituye a su hermano Juan en el episcopado aragonés. Él es el escribano de los cánones del V Concilio de Toledo y, propia petición de san Isidoro, ordenó y corrigió las famosas Etimologías de éste. Escribió las biografías de san Emiliano y de san Millán. Y murió en Zaragoza en el 651.
Antes, en el siglo VI, había nacido san Julián, en la ciudad de Toledo. San Eugenio, obispo toledano, lo tomó a su cargo proporcionándole una esmerada educación y formación religiosa. A la muerte del arzobispo Quirico, ocupó la sede toledana, interviniendo en los Concilios XII, XIII y XIV de la Iglesia. Escribió varios libros de teología y, tras diez años de arzobispado, fallecía santamente.
San Leandro, hermano de san Isidoro, nació en Cartagena. Se le considera el apóstol de los visigodos. Ingresó en la orden benedictina, destacando por su inteligencia y virtud, llegando a ser Abad y Obispo de Sevilla. De aquí lo desterró el rey Leovigildo, pero, arrepentido, luego le encargó la educación de su hijo Recaredo, lo que fue decisivo para el triunfo sobre el arrianismo del que ya hablamos. Murió tras cuarenta años de presidir el obispado sevillano.
Naturalmente, hay que hablar de san Isidoro, hermano del anterior. Ambos vivieron en Sevilla a causa del traslado de su padre Severiano, que era gobernador de Cartagena. De niño, Isidoro estuvo bajo la custodia de su hermano Leandro, más mayor y ambos huérfanos de padre y madre. Destacó por una sabiduría nada común. Nadie en su tiempo leyó ni escribió tanto como él, llegando a ser obispo sevillano de arrebatadora elocuencia.  De todos sus libros, el más famoso es el de las Etimologías, que constaba de 20 volúmenes conteniendo todo el saber de la época. San Braulio dijo de él que era gloria purísima de España, sostén de la Iglesia y luz que nunca se habría de apagar. Cuando Fernando III el Santo conquistó Sevilla, se llevó sus restos a la catedral de León.
Otros muchos santos jalonaron las páginas de una historia hispana que va, prácticamente, desde el primer siglo cristiano hasta el final de la Reconquista. Ello demuestra la catolicidad de una España que, sin dejar de serlo, pudo soportar, y sigue soportando, los vaivenes de la historia, configurándose como núcleo esencial de la suya propia. Cuando esto se ha olvidado, las crisis se han proliferado en nuestro suelo, pues sin tensión metafísica no es posible un verdadero avance de paz y de progreso creciente.

Alfonso Gil González

Compartir en :
 
Back to top!