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miércoles, 10 de febrero de 2016

HISTORIA DE LA IGLESIA... Cap. 7



VIDA INTERNA DE LA PRIMERA IGLESIA


Ni Jesús ni los apóstoles dejan un conjunto de normas fijas o estatutos por los que ha de regirse la Iglesia, pero sí establecen bases fundamentales para su vida comunitaria. 
Desde sus orígenes, la Iglesia se preocupa por el tipo de formación o iniciación que deben recibir quienes van a unirse por el Bautismo a la comunidad cristiana. Pero es a finales del siglo II y comienzos del III cuando se instituye un camino de preparación para recibie el gran sacramento de la “iniciación cristiana”, el Catecumenado, que puede resumirse así:
· Interrogatorio del candidato, presentado por un cristiano conocido, sobre si abandona cultos paganos o profesiones indignas, y si vive una situación matrimonial regulada.
· Admisión del candidato, en que recibe los signos de la cruz y la sal, y pasa al cuidado de un catequista durante tres años, que debe instruirlo, hacerle participar de la oraciones de la comunidad y señalarle el estilo de vida propio del cristiano.
· Admisión al Bautismo durante la Vigilia Pascual, tras profesar el Credo públicamente. El bautismo es por triple inmersión en la piscina bautismal. Se le unge con óleo sagrado y se le pone la vestidura blanca hasta el domingo siguiente al de Pascua.
Entre las celebraciones litúrgicas de las comunidades cristianas, desde finales del siglo II, es la Pascua de Resurrección la que ocupa un lugar central, y se prolonga hasta la Fiesta de Pentecostés.
Otra celebración importante es la Eucaristía, de la que ya san Justino, mártir, nos dice que se vivía el primer día de la semana o “día del Señor”.
En este período, el cristiano sólo  recibe el sacramento de la Penitencia una vez en la vida, pues se considera que quien ha renunciado al mal y se ha unido por el bautismo a la muerte y resurrección de Cristo, no debe pecar más. Pero las persecuciones hicieron que algunos apostataran de su fe, y otros cayeron en adulterios y homicidios, rompiendo, así, la “comunión” con la Iglesia. Por tanto, para apóstatas, adúlteros y homicidas, arrepentidos, surge la celebración penitencial que, tras tiempo de dedicarse al ayuno, oración y obras de caridad, eran recibidos por el Obispo, que los reincorporaba al grupo de los fieles.
De modo que, ya en sus orígenes, la Iglesia vive tres situaciones en su comunidad: la de los CATECÚMENOS, la de los FIELES y la de los PENITENTES.

Alfonso Gil González 

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