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jueves, 18 de febrero de 2016

HISTORIA DE LA IGLESIA... Cap. 9


ORGANIZACIÓN Y GOBIERNO ECLESIAL



Al extenderse el cristianismo por todas las regiones del Imperio Romano, y al aumentar el número de creyentes, surgen problemas de organización para la Iglesia, pues la sencillas estructuras comunitarias de la época apostólica no sirven para afrontar los problemas que plantea la nueva situación.
En la Iglesia apostólica aparecen, además de los propios apóstoles, tres importantes ministerios: obispos, presbíteros y diáconos. Junto a ellos se mencionan también otros, como los misioneros itinerantes que envía la comunidad a predicar, o los profetas que comentan la palabra de Dios en la asamblea, o los doctores especialistas en la Sagrada Escritura.
A partir del siglo II se van concretando las funciones de los principales ministerios, dando lugar a una estructura jerarquizada. La figura del obispo alcanza pronto gran relevancia en las comunidades cristianas. Todos los aspectos de la vida de la comunidad están sometidos a su autoridad: preside la eucaristía, predica, bautiza, reconcilia a los penitentes, etc…
Cuando aumenta el numero de los cristianos en las ciudades y se empieza a predicar en las aldeas del campo, se establecen comunidades más pequeñas de las que se responsabiliza y presbítero. Existen también diáconos y diaconisas que desempeñan algunas tareas litúrgicas y asistenciales.
Otros ministerios que se mencionan en los documentos de este período son los lectores que proclaman la Escritura en la liturgia, y los ostiarios que acogen a quienes vienen a las celebraciones comunitarias. A ninguno de los ministros citados se les exige el celibato o soltería. Simplemente se les exige que lleven una vida personal y familiar ejemplar y un gran conocimiento de las Escrituras y de la tradición apostólica.
Respecto a la organización territorial de la Iglesia, se aprecia una clara influencia de las estructuras del Imperio Romano, que giraban en torno a la ciudad, la provincia y la diócesis imperial. La ciudad se convierte en la diócesis del obispo, y en ella reside, mientras que las aldeas evangelizadas se constituyen en parroquias.
En los tres primeros siglos, las comunidades cristianas viven con cierta independencia o autonomía unas de otras, aunque siguiendo fielmente las directrices de sus respectivos obispos. Autonomía que no les impide tener conciencia de pertenecer a una Iglesia Universal o católica. Si surgen conflictos, se apela a la autoridad del obispo de Roma o se reúnen los obispos en sínodos provinciales.

Alfonso Gil González

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