Desde mi celda doméstica
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sábado, 30 de abril de 2016

MIS APUNTES PATRIOS (XXVIII)


Elecciones y Testamentos


Como hace 80 años, en España se van a celebrar Elecciones Generales con múltiples candidaturas de Partidos, todos ellos formando dos bloques muy distintos: el bloque constitucionalista y el bloque antisistema. Casi todos los españoles saben quiénes militan en uno u otro bloque. Quiero pensar que los que votaron antisistema el pasado 20 de diciembre se abstengan, si es que no saben lo que a España conviene, en el próximo 26 de junio.
Demasiado sacrificio soportado en la centuria pasada, para que, ahora, por un pensamiento descerebrado, se dé pie a las viejas divisiones, a las luchas fratricidas, a los controles interesados, al sometimiento vejatorio, a la falta de libertad y demás valores, y a la muerte. Porque, todavía, algunos, envidiosos del caudillaje franquista, sueñan que pueden remedarle a base de hoz y martillo o estrella roja de cinco puntas. Y se equivocarían como aquellos que creyeron que, con el yugo y las flechas, heredaban las virtudes y sabio gobierno de los Reyes Católicos.
España lleva a su enemigo en sus propias entrañas, como cada humano. Deberá estar alerta para que no las pudra y muera agusanada. El día que el pensamiento cristiano ya no informe la vida social, podrá darse por fenecida. Es ese pensamiento el que elevó a los esclavos a la dignidad de los señores, el que trajo la cultura y la civilización a la Europa barbarizada, el que se proyectó al mundo en deseos de hermanamiento universal.
Azaña, en sus últimos discursos, suplicaba por la memoria de los españoles muertos, a fin de que la patria lo fuera eterna en la paz y la convivencia. José Antonio se despedía de este mundo pidiendo que fuera la suya la última sangre española vertida en discordias civiles. Franco se disponía a morir alentándonos a perseverar en la unidad y la paz, olvidando toda mira personal. Y hasta Adolfo Suárez temía que los españoles, por esa enajenación mental que, de vez en cuando, nos acecha, pudiéramos volver a las andadas.
Y ustedes ya me entienden.

Alfonso Gil González

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