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martes, 31 de mayo de 2016

CRISTOLOGÍA... 3

Jesús en la primitiva Iglesia 

El profesor de Nuevo Testamento, Aguirre Monasterio, hace unas reflexiones sobre la personalidad de Cristo para aquellos primeros seguidores y para los creyentes de hoy. La primera pregunta que le dirijo es sobre "cómo reflexionaron" sobre Jesús aquellas primeras comunidades cristianas.
1- La reflexión de los primeros cristianos sobre Jesús resulta apasionante para el creyente que entra en contacto con el surgimiento de la fe. ¿Cómo es que aquel judío galileo, de oscuros orígenes, que algunos tenían por maestro e incluso por profeta llegó a ser considerado en el Concielio de Nicea, año 325, "consustancial con Dios Padre"? Nos encontramos con un proceso rápido, plural y profundamente original. El Nuevo Testamento es un proceso corto en el tiempo, producto de una experiencia breve, intensa y muy creativa. Es interesante notar que las más importantes y antiguas afirmaciones sobre Jesús se encuentran en himnos y confesiones de fe, no en prosa especulativa. Fue una experiencia muy plural. Los primeros cristianos procedían del judaísmo, que era enormemente plural en sus grupos religiosos. Pluralismo acrecentado por la influencia griega y por la entrada de los paganos.
2- Los primeros cristianos tuvieron una doble experiencia: la histórica de Jesús de Nazaret y la pascual de su Resurrección. Esta es clave para interpretar la persona de Jesús. La pascual está enraizada en la histórica. Sin Jesús no hay Cristo.
3- Jesús había anunciado el reino de Dios, pero, pronto, el anunciador se convirtió en el anunciado. Era él quien traía el reino de Dios. La fe cristiana es esencialmente la experiencia de la persona de Jesús. La identidad cristiana consiste en la vinculación a Jesucristo, pero considerado en relación con Dios y con la salvación para el hombre.
- Entiendo. Pero, ¿cómo se elabora esa cristología primitiva de la Iglesia?
Dos líneas cristológicas tienen su raigambre en el Antiguo Testamento: a) Jesús es el "justo" que pone su suerte en manos de Dios. b) Jesús es el profeta escatológico, que cumple la profecía del Antiguo Testamento.
c) Nos encontramos ahora con un título de Jesús que no ha perdido su vigencia para nosotros: Jesús es el Señor. En Oriente la divinidad recibía el título de "Señor". Este uso antiguo está en continuidad con la designación que se le dirigía al Jesús histórico en su vida terrestre. En la comunidad judeocristiana ese título adquiere un sentido nuevo a causa de la resurrección. El caso es que el nombre que se utilizaba para Yahveh en el Antiguo Testamento los cristianos lo utilizaban para Jesús. El único señorío de Jesús se oponía frontalmente a la divinización del emperador y a su pretensión de dominio absoluto sobre sus súbditos.
d) Jesús es el Hijo de Dios. La exégesis reciente piensa que ese título tiene un origen judío. Pero hay que decir que Jesús no usó este título, si bien tuvo la privilegiada experiencia de serlo. Esa confesión de los primeros cristianos pronto se profundizó teológicamente. La filiación divina se fue entendiendo no como sinónimo de la mesianidad, sino como algo que afectaba al mismo ser de Jesús.
e) Jesús es mediador de toda la creación. Aquí late una mentalidad según la cual el salvador escatológico es el creador inicial y la salvación es la plenitud de la creación. Se conecta a Jesús con toda la historia humana, como principio universal de salvación.
f) El pensamiento cristológico avanzó a través de polémicas y conflictos. En esta línea polémica se encuentra la cristología de "Jesús Justo", "Jesús Profeta", "Jesús Mesías", "Jesús Señor"... El crucificado es el Mesías. Aquí está la fuerza polémica y paradójica de la confesión cristológica. Hay un escrito del Nuevo Testamento que desarrolla la cristología de "Jesús Sumo Sacerdote": la Carta a los Hebreos.
Conclusión: Jesús Mesías no se puede confesar de verdad más que denunciando a los falsos mesías que pretenden reducir y engañar al pueblo. Reconocer a Jesús Señor significa entrar en contradicción y en conflicto con tantos que quieren erigirse en señores de este mundo.
- Gracias.

Alfonso Gil González
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