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sábado, 28 de mayo de 2016

DIÁLOGOS ECLESIOLÓGICOS... 3

Acerca de la Historia de la Iglesia

Preguntado del porqué de sus "Reflexiones para una visión panorámica de la Historia de la Iglesia", el jesuita Manuel Sotomayor Muro decía que la Historia de la Iglesia es una ciencia joven en muchos aspectos. El mensaje de Cristo establece unos principios fundamentales, que son el norte de nuestro caminar; pero el camino es el camino de la historia, de la lucha, de la búsqueda difícil y condicionada por las circunstancias, el ambiente y las culturas en que todos los componentes de la Iglesia nos movemos.
- ¿Cuáles serían esas circunstancias?
-  Lo primero: Hay dos visiones del mundo, dos coordenadas fundamentales de nuestro pensamiento, que son el espacio y el tiempo, y que hace que la humanidad se divida en dos grupos: los estáticos o fijistas y los dinámicos o evolucionistas. Esta última forma de ver la realidad y la historia, en forma dinámica y temporal, es la propia del mundo judío en el que nace el cristianismo. El mundo griego, en cambio, posee una visión de la historia estática o espacial. Es verdad que hay movimiento en su historia, pero ese movimiento es cíclico, no lineal. Aunque nuestra cultura occidental ha vivido por siglos de estas ideas griegas, en nuestros días nuestra concepción de la historia está más cerca de la concepción judía. Estas consideraciones pueden ayudarnos a comprender una de las dificultades que han complicado más la evolución de la Iglesia a lo largo de la historia.
- Lo segundo: De hecho, Jesús era judío y hablaba a judíos: concepción temporal. Pero el mensaje de Jesús pasa pronto a un ambiente griego y de él hemos vivido nosotros hasta nuestras últimas generaciones. En la historia de la Iglesia, a partir de su inculturización en el helenismo, se descubren dos grandes líneas de evolución, que pueden parecer a primera vista contrapuestas, pero que, en realidad, son consecuencia de esta misma visión espacial, griega, de dos mundos diferentes y antagónicos. las dos líneas de evolución son: separación, por un lado, y abandono de las realidades terrenas; y, por otro lado, asunción de éstas, pero desviándolas de sus fines propios y privándolas de su autonomía real. Solamente una lenta y laboriosa reflexión de siglos va haciendo posible una mejor comprensión del sentido mismo y de la misión de la comunidad cristiana en este mundo. Por eso puede advertirse cómo, con el correr de los siglos, el progreso de la comprensión del mundo y de las realidades, y el mejor entendimiento del mismo Reino de Dios, va haciendo que los que quieren consagrar sus vidas a Dios vayan entendiendo que la consagración no consiste en una huida total del mundo, sino en una misión que hay que realizar en él.
- Lo tercero: Los judíos que aceptaron a Jesús como el Mesías prometido vieron cómo éste proclamaba la llegada del Reino de Dios, pero no veían que se hubiesen realizado con él todas las promesas: ni las naciones se sometías a Israel, ni la justicia y la paz quedaban implantadas automáticamente. El Reino de Dios había quedado iniciado, pero su plenitud llagaría tan sólo al final de los tiempos. Fueron muchos los condicionamientos históricos derivados de la concepción unitaria Iglesia-Imperio. Uno de los más graves y más duraderos fue, sin duda, la identificación del cristianismo con la cultura occidental cristiana. He dicho más duradero, porque esta gran confusión está en vigor todavía y sigue estorbando el necesario proceso de inculturación del Evangelio en las diversas culturas humanas.
- Eso de la INCULTURACIÓN nos parece relevante, ¿no cree?
- El problema de la inculturación del cristianismo es fundamental para la vida de la Iglesia que, según creo, es uno de los hilos conductores de su historia y uno de los más válidos. Todos tienen que tener la posibilidad de recibir el mensaje y nadie lo puede recibir si no le llega a través de su propia cultura, que es el único vehículo con que contamos para ponernos en contacto con la realidad. El cristianismo no puede realizar su misión si no es inculturándose en cada pueblo. Veamos: El cristianismo nace judío. Pero no fue fácil para los primeros cristianos entender que el cristianismo podía ser judío para ellos y no judío para los demás. El cristianismo, una vez liberado de su monopolio cultural, fue llegando a diferentes pueblos y en ellos fue arraigando. En la marcha ordinaria de la vida de la Iglesia, la autonomía de cada una de esas inculturaciones del cristianismo era prácticamente total. Durante muchos siglos, el pluralismo en la Iglesia fue mucho mayor y más visible de lo que nosotros estamos acostumbrados a ver. Era un pluralismo en comunión. Y esto lo podíamos llamar el PRIMER PERÍODO.
No es fácil conocer todas las circunstancias históricas que condujeron a la rotura de la unión fundamental entre las iglesias que formaban la Iglesia universal. La falta de madurez, la falta de comunicación y la sobra, a veces, de apasionamiento, conducían con frecuencia a posturas intransigentes, que no admitían otra aproximación a los problemas religiosos que no fuese la propia filosofía. La primera gran disputa fue la cristológica entre las escuelas de Antioquía y Alejandría, que llevó a la condena de Nestorio y a la separación de la iglesia sirio-oriental. Todo fue a peor hasta la famosa excomunión -hoy levantada- del año 1054 entre las iglesias oriental y latina. Y ese fue el SEGUNDO PERÍODO.
Y hay una transición al TERCER PERÍODO. tres circunstancias principales parecen habernos obligado a reflexionar y habernos hecho avanzar en la autocomprensión de la Iglesia: En primer lugar, el choque de los misioneros con unas realidades muy diferentes a las europeas. En segundo lugar, el final de los colonialismos y sus consecuencias. Por último, las diferentes causas que han favorecido la puesta en marcha y el desarrollo del Movimiento Ecuménico, fortalecido en el Concilio Vaticano II, que ha dio los pasos hacia una renovada unidad en la variedad.
-Gracias, padre.

Alfonso Gil González

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