Desde mi celda doméstica
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martes, 31 de mayo de 2016

ESPIRITUALIDAD.... 2

Las cartas de San Ammonas

San Ammonas es uno de los llamados "Padres del Desierto". Estamos en los inicios del monaquismo, época que puede incluirse entre los Padres Apostólicos y los Santos Padres. Las cartas de san Ammonas se refieren a diversos aspectos de la vida cristiana, monacal, evangélica, ascética, etc..., cuyos consejos afectan a la salud, la alegría, humildad, discernimiento, carisma, perseverancia, tentación, soledad, justicia... He aquí una sínstesis de sus catorce cartas:
- Todo cuerpo muerto le sobreviene al hombre a causa del amor de la vanagloria y de los placeres.
- Si alguien ama al señor con todo su corazón y con toda su alma, y permanece en el temor con toda su fuerza, éste le dará lágrimas y las lágrimas le traerán alegría. La alegría engendra la fuerza y, por ella, el alma da frutos en todo. Y Dios, viendo que su fruto es tan hermoso, lo recibe como un perfume agradable. Pues, a todos los que la cultivan,  Dios se la da. Dios no hace acepción de personas, sino que Él la da, en cualquier época, a quienes la cultivan. He aquí cómo cultivarla, hasta que esa fuerza habite en el hombre: que desprecie todos los ultrajes y los honores humanos, que odie todas las ventajas de este mundo consideradas como preciosas y todos los placeres del cuerpo, que purifique su corazón de todo pensamiento impuro y de toda la sabiduría vacua de este mundo, y que pida la fuerza día y noche, con lágrimas y ayuno.
- La mayoría no han recibido la fuerza de la gracia que anima al alma y la dispone a la alegría, haciendo que arda su corazón en Dios. Y eso es porque lo que hacen lo hacen según el hombre; de modo que la gracia no ha venido sobre ellos. En efecto, la fuerza de Dios aborrece a aquel que obra para agradar a los hombres. Si veis que el corazón repentinamente se adormece en ciertos momentos, sometedlo a examen con preguntas piadosas, y necesariamente volverá a tener calor y a inflamarse en Dios.
- El alimento sólido es para los perfectos, para aquellos cuyas facultades están ejercitadas por el hábito de discernir el bien del mal. El fiel es cautivado por la imagen del bien, y muchos se engañan pues todavía no han recibido esa visión de lo alto. Porque los corazones negligentes no tienen fervor, sino que siguen sus propias voluntades. El espíritu se apaga por las palabras vanas y las distracciones.
- El amor de Dios exige el amor al prójimo sin cesar. 
- Los grandes misterios de la divinidad no son de este mundo y se revelan sólo a quienes tienen el corazón purificado de toda mancha y de toda vanidad mundana. Es decir, a quienes han tomado su cruz y se odian a sí mismos, obedeciendo a Dios en todo.
- Renunciamos a nuestra vida para recibir el Espíritu, y éste habita en los corazones rectos. Cuando recibas el Espíritu, Él te revelará todos los misterios celestiales. Entonces estarás libre de todo temor, una alegría celestial te rodeará y te sentirás como si ya hubieras sido llevado al reino de los cielos.
- Hay penas en el corazón, porque se ha caído en la tentación. Pero si las soportas con valor, alcanzarás alegría. Todos los santos, cuando pidieron un aumento de fe, se encontraron frente a las tentaciones. El remedio para superar las tentaciones es no caer en la negligencia y orar a Dios, dándole gracias de todo corazón, teniendo una gran paciencia en todo. Dios es fiel, y no permite que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas. Los árboles agitados por el viento echan mejores raíces y crecen más: así sucede con los justos.
- Si quieres que el fervor que se ha alejado vuelva a ti, he aquí lo que debes hacer: un pacto con Dios, diciéndole: "Perdóname lo que hice por negligencia, ya no seré más desobediente"; no camines más a tu antojo, para satisfacer tu voluntad propia, sino que tus pensamientos estén vigilantes ante Dios noche y día, y llora a toda hora ante Dios, diciendo: "¿Cómo he sido tan negligente hasta hoy?" Y el fervor de Dios volverá a ti.
- Si un hombre hace algo pensando que eso agrada a Dios, en tanto que se mezcla su voluntad, Dios no le ayuda y el corazón del hombre se encuentra triste y sin fuerza en todo lo que emprende. Hay caminos que nos parecen buenos a los humanos, y conducen a las profundidades del Infierno. Hay tres voluntades que acompañan constantemente al hombre, pero pocos las conocen: Una es aquella sugerida por el Enemigo; la otra, es la que brota en el propio corazón; y la tercera es la que siembra Dios en el ser humano: Pero de estas tres, Dios solamente acepta la suya. Es una gran cosa conocer la voluntad de Dios, pero es más grande cumplirla.
- Después de la transgresión de un mandamiento el alma no puede conocer a Dios si no se aleja de los hombres y de toda distracción. Muchos son los que no han sido capaces de perseverar en la soledad. A causa de esto no alcanzan la dulzura divina ni la fuerza divina habita en ellos. El amor del dinero, la vanagloria, todas las otras enfermedades y distracciones del alma impiden que la fuerza divina descienda sobre ellos.
- Al igual que una perla preciosa no se encuentra en todas las casas, así este Espíritu no se encuentra sino en las almas de los justos que han llegado a ser perfectos. La tentación no le sobreviene al hombre si no ha recibido el Espíritu. Es imposible para el diablo tentar a un fiel, si Dios no se lo entrega.
- los padres según la carne dejan en herencia a sus hijos el oro y la  plata; pero los justos dejan esto a sus hijos: la justicia. El oro y la plata son corruptibles, pertenecen a la miserable tienda de este tiempo tan breve. Pero la justicia pertenece a la morada de lo alto y le queda al hombre para siempre.

Que os aproveche.

Alfonso Gil González
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