Desde mi celda doméstica
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lunes, 30 de mayo de 2016

FE Y SOCIEDAD... 3

Dios y la Ciencia

Mi tocayo Pérez de Laborda hablaba sobre este tema en una charla madrileña. Partía él de que parecía ser norma entre los filósofos de hoy el no hablar de Dios. Y le extrañaba de que los teólogos no parecieran estar demasiado interesados en plantearse las preguntas sobre la existencia, la identidad y la relación con Dios. También se preguntaba sobre si las ciencias dejan algún lugar en donde quepa hablar de Dios. Y eso, precisamente, es lo que le pregunté.
- Dios es inverificable hasta el extremo. Lo verificable está constituido de manera extraordinariamente singular por la ciencia y la técnica. Con la racionalidad apuntada por este positivismo científico no hay lugar para Dios.
- ¿Dónde está el desatino?
- Las ciencias son teorías extraordinariamente complejas en la mayor parte de los casos, y los llamados "datos" no son otra cosa que datos entendidos y enmarañados en las sutiles redes de las propias teorías. Ninguna ciencia del pasado o del presente ha seguido jamás exactamente el llamado "método" para merecer el nombre de ciencia. Es un mero nombre utilizado para embaucar a incautos, pues se nos está ofreciendo de matute una interpretación, una metafísica, so capa de mera ciencia; se nos está ofreciendo una descalificación no razonada de los que no están de acuerdo, bajo el manto de la así llamada racionalidad científica.
- ¿Podría ser más explícito?
- Hubo un tiempo en que la materia era mera extensión geométrica, y todos los movimientos quedaban explicados por choque, incluido ese movimiento tan especial que es la vida. Eran los tiempos del mecanicismo. Luego, Leibniz propugnó con acierto que ínsita en ella hay una actividad original, que la materia no es meramente pasiva. Así fue posible que se desarrollara en los siglos XVIII y XIX una idea científica que puede resumirse así:todo es materia y sólo materia; la materia además conlleva como parte esencial de sí misma la actividad. Durante muchos años las cosas discurrieron por esos cauces. El materialismo parecía imparable. Los físicos comenzaron a expresar una pregunta llena de indiscreción: y ¿qué es la materia? El punto clave de nuestros físicos al hacerse con sospecha esa pregunta se debía al mismo desarrollo de la física atómica y de partículas sobre todo, que habían puesto desde mediados de los años veinte en el centro a la mecánica cuántica, y a las nuevas maneras de teorías como la de la relatividad. Una vez conocida una ley, no se pudiera predecir con rigurosa exactitud un comportamiento físico. Pues bien, esto es lo que acontece en la física que es regida por la mecánica cuántica.
Al entrar en el reino de la microfísica tenemos que abandonar muchas de las ideas que teníamos de antes. Nuestro conocimiento de los fenómenos físicos es un conocimiento preñado de "incertidumbre". Todo el problema viene de que la probabilidad se interfiere en nuestras leyes físicas, y la mecánica cuántica tiene a la probabilidad escondida en su regazo. Son las propias partículas elementales las que no tienen un comportamiento siempre idéntico a sí mismo; existen diferencias en esos comportamientos.
- ¿Seguimos, entonces, sin saber qué sea la materia?
- Es normal que los científicos en su hacer tomen en serio estas dos actitudes: el reduccionismo y el materialismo. Hay en la labor científica una reducción metodológica de los ámbitos de realidad, precisamente para ser lo que dice su nombre: científico. Lo que ya no es aceptable es decidir que esas actitudes legítimas y posiblemente necesarias en los científicos sean el "único" camino de acceso que tenemos a la realidad. El problema no es un problema de ciencia, sino de filosofía de la ciencia. Lo que aquí pongo en dificultad no es otra cosa que el "reduccionismo filosófico" y el "materialismo filosófico". He ahí una clara asunción de lo que es la materia: aquello que puede recibir patadas y también darlas.
Para Popper y Bunge, hay dos tipos muy distintos de cosas: las físicas y las mentales. Lo mental no es reductible a lo físico, como querían los fisicalistas. Sin embargo, la teoría de la evolución, aceptada como marco general de explicación en la ciencia, nos lleva a sospechar que lo mental "emerge" de los físico: sin química no cabe la posibilidad de la vida, pero la vida emerge como algo repleto de novedad desde la química; sin cerebro, "sin cabeza", no hay pensamiento, pero el pensamiento emerge como algo repleto de novedad del cerebro. Cuando lo "mental" se pone a producir, el mundo entero se llena de nuevas adquisiciones. nace así esa novcdad emergente también que es la cultura. El mundo de la cultura tiene una realidad tan real como el mundo de lo físico o el mundo e lo mental.
- ¿Todo esto tiene algo que ver con Dios?
- He querido con lo anterior señalar la "inconsistencia de la prueba de la inexistencia de Dios basada en la ciencia". Una prueba muy discutible en su conjunto. La complicación de nuestro mundo es tan grande que se nos escapa más y más esa simple razón que quiere dar cuenta de todo. Para Newton su física era la prueba más segura de la existencia de Dios. El discurso sobre la fe y la razón no puede de ningún modo ser un discurso que no esté en nuestros labios, excepto si nos negamos a dar razón de nuestra fe. Debemos y podemos entablar hoy un diálogo racional con nosotros mismos y con todos sobre la "existencia de Dios". Un planteamiento serio de la validez o invalidez de los argumentos que quieren probar la existencia o inexistencia de Dios es de una extraordinaria complejidad filosófica. La "vías" que conducen a la afirmación racional de la existencia de Dios lo hacen desde el portillo de la "verdad", pero hay que decir que existen otros portillos por los que también cruzan vías que señalan la existencia de Dios, como son lo "bueno" y lo "bello".
- Conclusión.
- Es hora de despertar y tomar muy en serio el "problema de Dios", y hacerlo desde bases racionales, desde bases compartibles con todos los que también quieran hacer uso de su razón, porque en la solución que demos a dicho problema encontraremos que se engarzan los motores mismos de nuestra visión del mundo, de nuestro comportamiento y de nuestras actitudes sociales. Y démonos cuenta que estamos en un punto tan importante que ha de ser llenado de todas maneras, por lo que si no lo llenamos a fuerza de razón, se nos llenará a fuerza de sinrazón y de opresión, de engaño o de dejadez. Y si así lo aceptamos, han de verse las consecuencias al punto.
-Gracias, profesor.

Alfonso Gil González
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