Desde mi celda doméstica
Buscando...
lunes, 6 de junio de 2016

CRISTOLOGÍA... 4

La divinidad de Cristo

Hablando con el marianista García-Murga Vázquez, filósofo y teólogo, decía que es una realidad preocupante ésta de que los dogmas centrales de la confesión católica gocen de escasa aceptación y tengan poca repercusión en la vida misma de los creyentes. Y añadía: Recuperar la humanidad de Jesús, y subrayar su solidaridad y compromiso con los pobres de este mundo, contribuye a devolver plausibilidad a la confesión cristiana. 
- Pero, ¿qué hay de las viejas confesiones de fe?
- Jesús reivindicó una autoridad total sobre la Ley. Jesús se sitúa por encima del Templo, hasta el punto de ser acusado como reo de muerte por hacerlo. Jesús pretendió realizar acciones, como la de perdonar pecados, reservadas sólo a Dios.
Los contemporáneos de Jesús lo conocieron, sí, como uno más entre ellos. Pero, al mismo tiempo, se vieron sorprendidos por su pretensión de trascender la historia. En Jesús Dios mismo ha entrado en la historia.
La discusión estalla cuando esta confesión vital en la divinidad de Jesús ha de situarse en relación con el monoteísmo judío, al que los cristianos no renuncia, y en relación con el Dios absolutamente trascendente y separado de este mundo, de la filosofía helénica, y más concretamente de las corrientes platonizantes.
La confrontación con la filosofía y la religiosidad helenística determina todo el proceso de conceptualización en que se sitúan los dos primeros concilios ecuménicos de Nicea Y Constantinopla. El Hijo posee el mismo contenido de vida de Dios. Jesús es Dios como el Padre, y tan Dios como el Padre. O dicho en nuestro lenguaje, que la manera que tiene Jesús de ser Dios, plenamente Dios, es filial.
- Este asunto me parece muy serio.
- Debemos poner de relieve que, en Jesús, Dios mismo y no otro es quien se acerca al hombre. La humanidad de Jesús es lugar de encuentro de Dios con el hombre.
Afirmar que Jesús es Dios significa que un trozo de nuestra historia ha entrado en Dios de manera tan irreversible que constituye un solo ser con el de Dios. Por ser el Hijo, posee el mismo contenido de vida que el Padre y, por tanto, en Él se produce la salvación humana.
Por consiguiente, la única forma de salvarnos es vivir como Jesús vivió. Pues esa vida, y no otra, es la que Dios ha unido irreversiblemente a la suya. ¿Por qué seguimos a Jesús con preferencia a Buda o a Mahoma? Porque sólo de Jesús podemos decir que es Dios. Esta afirmación convierte en relativas a todas las demás.
La humanidad de Dios es la Buena Noticia que se encuentra en la raíz de nuestra fe. Constituye un progreso cristológico observar que la divinidad de Jesús no merma la autonomía de su humanidad, sino que precisamente la constituye.
- Esto último me temo que nos interpela.
- En el interior de Dios, el hijo lleva una intensa vida de relación social. Porque lo único que le diferencia del padre es "acoger" la vida que éste le entrega. Y con él, expresa y transmite su amor sustancial, es decir, el Espíritu santo.
Jesús, y por extensión todo hombre que sea fiel a su verdadera humanidad, es lo que surge cuando Dios quiere expresarse en nuestra historia. Jesús acoge la vida como regalo y se complace en ella con amor. Acoger es una manera de amar, que lleva la muerte en sus entrañas. Morir significa dejar de ponerse en la existencia, abandonar toda postura de afirmación de sí y, desde luego, cualquier tipo de dominación sobre los demás.
Al vivir así, Jesús no sólo manifiesta su propia condición filial, sino también el rostro del padre entre los hombres. Se trata del mismo Dios que desde el Antiguo Testamento prefirió definirse por su solidaridad con los hombres.
Confesar la divinidad de Jesús significa que en esa vida de hombre, por encima de cualquier otra, se manifiesta lo que es el hombre en plenitud: el que desde la fe en el Padre contempla la historia con los ojos nuevos, y el que sabe amar con un amor también absolutamente nuevo. Una manera de amar que trabaja incansablemente para conducir a los hombres a la casa del Padre, a través de una praxis comprometida en la extensión del Reino.
- Gracias.

Alfonso Gil González
Compartir en :
 
Back to top!