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sábado, 11 de junio de 2016

GUÍAS DE AUDICIÓN... 13

El Réquiem de Berlioz

La Gran misa de muertos (cuyo título original en francés es Grande messe des morts) es un requiem del compositor Hector Berlioz catalogado como su opus nº. 5. Fue estrenado el 5 de diciembre de 1837 en la Iglesia de San Luis de los Inválidos, durante el funeral de Charles-Marie Denys de Damrémont, general francés que había sido asesinado en Argelia.
El texto es el propio de la misa católica de difuntos.
Los Grande Messe des morts (o Requiem), Op. 5, por Hector Berlioz fue compuesta en 1837. El Grande Messe des Morts es una de las obras más conocidas de Berlioz, con un tremendo orquestación de viento de madera y los instrumentos de metal, incluyendo cuatro antifonales fuera del escenario conjuntos de bronce colocadas en las esquinas de la etapa del concierto. El trabajo deriva su texto de la tradicional América misa de réquiem. Tiene una duración de aproximadamente noventa minutos, aunque hay grabaciones rápidas de bajo setenta y cinco minutos.

En 1837, Adrien de Gasparin, el ministro del Interior de Francia, pidió Berlioz componer una misa de réquiem para recordar los soldados que murieron en la Revolución de julio 1830. Berlioz aceptó la solicitud, que ya ha querido componer una gran obra orquestal. Mientras tanto, la orquesta fue creciendo en tamaño y calidad, y el uso de instrumentos de viento y metal se expande debido a la creciente facilidad de entonación ofrecida por los instrumentos modernos. Berlioz escribió más tarde, "si yo estuviera amenazado con la destrucción de la totalidad de mis trabajos salvo uno, que debería anhelan misericordia para los morts Messe des." [1]
El estreno fue realizado por François Antoine Habeneck el 05 de diciembre 1837, en conmemoración del general Damrémont y los soldados que murieron en el asedio de Constantino. En su autobiografía Memorias, Berlioz afirmaba que Habeneck dejó el bastón durante el mirum Tuba dramática (parte del Dies irae movimiento) mientras que él tomó una pizca de tabaco, [2] que llevó al compositor precipitarse al podio para llevar a cabo el resto de El trabajo mismo, ahorrando así el rendimiento del desastre. El estreno fue un éxito total. [3]
Berlioz revisó el trabajo dos veces en su vida, por primera vez en 1852, por lo que las revisiones finales en 1867, sólo dos años antes de su muerte.
Requiem de Berlioz tiene diez movimientos, y la estructura es la siguiente:
Introito
1. Requiem aeternam y Kyrie: Introitus
Secuencia
2. Dies irae: Prosa, Tuba mirum
3. Quid sum miser
4. Rex tremendae
5. Me quaerens
6. Lacrymosa
Ofertorio
7. Domine Jesu Christe
8. Hostias
9. Sanctus
10. Agnus
Las posibilidades dramáticas del texto del REQUIEM viene dadas por la visión del Juicio Final. Berlioz había soñado escribir una ópera con ese tema. De modo que intentó aplicar a la música sacra los principios de libertad y de veracidad ya mostrados en Beethoven y en Weber.
En el REX TREMENDAE, el coro, asustado por la respectiva del Juicio Final, omite las dos últimas palabras de la frase “voca me cum benedictus”. La voz se paraliza por la angustia de ver un abismo sin fondo.
En el OFERTORIO, la súplica constante de las almas del Purgatorio se acentúa por los fragmentos discontinuos del texto que el coro invariablemente salmodia: “de poenis… Domone… Domine… libera eas… de poenis inferni”. Sin embargo, el Berlioz del Requien es hijo de su época, y no destruye la tradición sino que la revive y amplía. De modo que quiere hacer de esta partitura la más alta expresión de la dignidad nacional. A la gloria francesa aporta un sonido nuevo, y el Requiem debe ser interpretado en un gran templo, como si el alma (la música) precisara de un cuerpo adecuado a su grandeza. La majestad del Requiem así lo requiere: más de cien voces, un centenar de instrumentistas, 20 timbales, etc…Toda una artillería apocalíptica, que mezcla de suavidad y humildad
Porque otro aspecto de la obra es su carácter íntimo, romántico, religioso, preparado para la contemplación del espectáculo final de la humanidad. Berlioz quería un coro de ángeles ante el trono de Dios. Vayamos por partes:
REQUIEM y KYRIE. El largo fraseado de la obertura determina la envergadura de la obra. La “luz perpetua” de repite. El “Kyrie eleison” es cantado con notas repetidas acompañadas de trémulo y pizzicato en los contrabajos. El movimiento comienza dulcemente y termina con fortísimo en una cruel disonancia.
DIES IRAE. La visión de un Juicio Final en lontananza y el sonar de la última trompeta están expuestos en pasaje que va de La menor a Mi mayor con una música que avanza hacia nosotros como un sunami. El “dies irae” viene marcado con ritmo de marcha y brutal interrupción cromática. Los timbales doblan la voz femenina con notas repetidas: el terror se hace presente e inmediato. Trompetas, trombones y tubas resuenan en los cuatro puntos de la tierra. Tras la fanfarria, las voces de los hombres, “mors stupebit”. Al “iudex ergo” vuelve a entrar el coro en fortísimo hasta llegar con murmullo al “judicanti responsura”, mientras termina el ”mors stupebit” como un eco en Do bemol, y se produce el silencio.
QUID SUM MISER. Movimiento doloroso que sucede al Jucio Final. La música es como un eco del “dies irae”, y retoma el tema modal a través de una frase suspirante de los coros angélicos.
REX TREMENDAE. Muestra la vulnerabilidad del pecador y la terrible grandeza de Dios. Acordes reticentes y antífonas de viento y coro muestran la convicción de la salvación. El tempo se acelera y las voces responden con más pasión. Las confusas exclamaciones del “confutatis maledictis” son interrumpidas por la dulce súplica “jesu, jesu”. Es la impresión general de una humanidad que lucha, duda, blasfema o reza.. Ante la visión del abismo, la súplica “salva me”, iuntercalada entre los grandes acordes del “rex tremendae” en armonización distinta según la frase.
QUAERENS ME. Movimiento calmado, con una plegaria a seis voces. Y los tenores en fuerte contraste con la sección de las otras voces.
LACRYMOSA. Muestra a la raza humana que gime avanzando hacia el Juicio. Una medida de compás de 9/8 hace un ritmo sincopado. Hay un breve interludio de paz para los muertos “pie Iesu, dona eis requiem”. La amenaza de la condenación eterna queda flotando en la instrumentación, y llegará al paroxismo con los trombones del Juicio.
OFERTORIO. Se mueve sobre un fraseo de tres notas (la, si bemol y la), que canta el coro. Semeja la plegaria perenne de las almas del Purgatorio. Al final, el motivo se transforma en La-Si natural, evocando la promesa divina a “Abraham y su linaje para siempre”.
HOSTIAS. De carácter dramático, es una plegaria del coro a favor de los difuntos por los que se aplica la Misa, casi sin acompañamiento.
SANCTUS. El tenor solista lo canta en largas frases extasiadas, a las que responden las voces femeninas simulando a la corte angelical. La impresión de paz queda remarcada por la intervención de la flauta. La fuga del “Hosanna” está acompañada por las cuerdas. Se repite el “sanctus”, ahora ayudado del violonchelo y tres pares de címbalos, imagen sonora de los incensarios que se balancean ante el trono de Dios. Y, ahora, el “hosanna” está acompañado por toda la orquesta.
AGNUS DEI. Comienza con una serie de acordes, en suave, por los instrumentos de viento, contestados como en eco por los altos, como procedentes de la tumba. El pasaje se alterna con la música del “hostias” del ofertorio., introduciendo una repetición del “Te decet hymnus” del Requiem aeternam que se interrumpe para que los timbales intervengan discretamente. <Viene un recuerdo de la frase “quia pius es” con que concluía el Rex tremendae, y llega el “Amen” del coro sostenido por el viento metal en pianísimo y con las aureolas de las cuerdas.

Obra selecta: Alfonso Gil
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