Desde mi celda doméstica
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viernes, 29 de julio de 2016

ESPIRITUALIDAD... 11

El temor de Dios


Continuamos escuchando a Doroteo de Gaza. Los siglos de diferencia no restan un ápice a la verdad de sus enseñanzas. He aquí el esquema de esta charla dada a la Iglesia:
- Hay dos temores, uno inicial y el otro perfecto; el primero es el de los que se inician en la piedad, y el otro es el de los santos que han legado a la perfección y a la cumbre del santo amor. Pero es imposible llegar al temor perfecto sin pasar por el temor inicial.
- Hay tres estados en los que podemos agradar a Dios. O bien hacemos lo que agrada a Dios por temor al castigo; o bien buscando la ventaja de un salario; o finalmente, hacemos el bien por el bien mismo y estamos así en la condición de hijos. Los santos no obran más por temor, sino que temen por amor.
- Los santos llaman hijos a aquellos a los que su palabra ha hecho pasar del vicio a la virtud. Guardar su lengua del mal es no lastimar de ninguna manera la conciencia del prójimo, ni hablar mal de él, ni irritarlo. Sucede, en efecto, que no hacemos el mal, sin que por eso hagamos el bien. Se puede no ser injusto pero sin practicar la misericordia, o bien no odiar sin por eso amar.
- Cuando alguien llega a apartarse del mal y se esfuerza, con la ayuda de Dios, en hacer el bien, inmediatamente caen sobre él los ataques del enemigo. En los ataques y contraataques de este combate con el enemigo, muchas veces con sufrimiento y atormentado, obra el bien. Pero cuando le llega el socorro de Dios y comienza a habituarse al bien, entonces empieza a entrever el reposo y gusta progresivamente de la paz.
- Los hombres adquieren el temor de Dios por el recuerdo de la muerte y de los castigos. Por el contrario, alejamos de nosotros el temor de Dios si hacemos lo puesto a toso eso: si no pensamos en la muerte ni en los castigos, si no nos vigilamos a nosotros mismos, si no examinamos nuestra conducta, viviendo de cualquier manera y juntándonos con cualquier persona. Pero, sobre todo, cuando nos entregamos a la ligereza de espíritu, que es lo peor de todo y la ruina segura.
- La ligereza de espíritu es multiforme. Se manifiesta en el hablar, en los contactos y en las miradas. No hay nada más abominable que la ligereza, porque es la madre de todas las pasiones, aleja el respeto, expulsa el temor de Dios y da a luz el desprecio. Y no hay nada tan malo y funesto como hacer daño al prójimo y al mismo tiempo a uno mismo.
- Respetar la conciencia del hermano engendra humildad. Huye de todo lo que es del hombre y serás salvo.
- La indiferencia ante las cosas es verdaderamente algo malo, pero peor es perder la tranquilidad al punto de perturbar nuestra alma para poder realizarlas. Cuando tengan que hacer cualquier cosa, no la hagan con prisa o turbación.
- Por lo tanto, si uno de ustedes ve a su hermano apenado o él mismo lo está, corte rápidamente y conceda la prioridad al otro sin esperar a que se produzca algún daño. Teme al Señor y guarda sus mandamientos: ese es el deber de todos los hombres.

Alfonso Gil González
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