Desde mi celda doméstica
Buscando...
martes, 26 de julio de 2016

GRANDES TEMAS PARA ENTENDER AL HOMBRE - 48

Los Macabeos

Los judíos llevaban ya muchos años alejados de los acontecimientos históricos. Se habían acomodado al dominio Persa, Alejandro pasó por Judea sin provocar conmociones, luego, tras unos pocos ajetreos, Judea quedó en manos de los Ptolomeos, que gobernaron con suavidad y, finalmente, cuando vieron que Antíoco III tenía las de ganar, los judíos se pusieron de su parte y tras la Quinta Guerra Siria fueron bien tratados. Las cosas en Canaán estaban más o menos como al comienzo de este periodo: los judíos poblaban Judea, y al norte, en el territorio que antaño fuera Israel, estaban los samaritanos, que practicaban una versión primitiva de la religión israelita, ajena a las modificaciones que el judaísmo incorporó en Babilonia. Judíos y samaritanos se tenían mutuamente por herejes y se odiaban radicalmente. Al norte de Samaria estaba Galilea, donde habitaban también algunos judíos, pero la población era mayoritariamente gentil. Las viejas idolatrías contra las que habían abominado siempre los judíos habían desaparecido hacía mucho, pero en su lugar había llegado a sus tierras una idolatría mucho más peligrosa: la cultura griega. Las costumbres griegas se estaban difundiendo por el mundo entero. Hasta los romanos, que derrotaban a los griegos en las batallas, eran vencidos por éstos en el terreno cultural, y estaban adoptando las formas griegas en la religión, en la literatura, en las costumbres, etc. El proceso de helenización en Judea había sido lento cuando dependía de Egipto, pero se aceleró bajo los seléucidas. Al mismo tiempo, los judíos más conservadores se escandalizaban al ver a algunos de sus conciudadanos helenizados y se aferraban radicalmente a las viejas costumbres.
Antíoco IV heredó los problemas monetarios de su hermano y siguió viendo en el templo de Jerusalén un posible remedio. No simpatizaba con el sacerdote Onías III, tal vez por su empeño de no ceder los tesoros o tal vez porque Antíoco IV había oído rumores de su trato con Heliodoro. El caso fue que el hermano de Onías III, llamado Josué, propuso un pacto a Antíoco IV: Podía nombrarlo a él sumo sacerdote (lo que le daría un gran poder sobre los judíos y la oportunidad de enriquecerse) y a cambio él le cedería una parte generosa del tesoro del Templo. Para tentar aún más a Antíoco IV, le prometió que impulsaría la cultura griega en Judea. Él mismo decidió cambiar su nombre hebreo de Josué por el nombre griego de Jasón.
Antíoco aceptó el trato. En 175 a. C. Onías III fue llevado en arresto a Antioquía y Jasón ocupo el sumo sacerdocio. Pronto empezó a cumplir su parte del trato. Antíoco IV obtuvo su dinero y Jasón creó un gimnasio en Jerusalén, donde los jóvenes acudían a ejercitarse al modo griego. Los judíos conservadores se escandalizaron por el arresto de Onías III y el expolio del Templo, pero lo que más les escandalizó fue el gimnasio. La tradición griega mandaba que los atletas se ejercitaran desnudos, y el desnudo público era inmoral para los judíos. Más aún, muchos jóvenes se ponían prepucios postizos para que no se notara que estaban circuncidados, con lo que renegaban así del distintivo fundamental del judaísmo. Por su parte, Jasón se embolsaba los beneficios que generaba el gimnasio.
En 173 murió Cleopatra, la madre de Ptolomeo VI, pero el rey era todavía menor de edad y cayó bajo la influencia de los generales que soñaban con recuperar los territorios perdidos en la última guerra siria, y así Egipto empezó a prepararse para una ofensiva.
En 172 el rey Eumenes II de Pérgamo alertó a los romanos de las intenciones del rey Perseo de Macedonia, y Roma no tardó en dar inicio a la Tercera Guerra Macedónica. Perseo contaba como aliados a los griegos y a los bitinios, pero éstos no tardaron en llegar a la conclusión de que no era buena idea enfrentarse a Roma. Pese a ello, Perseo se dispuso a combatir en solitario y reunió el mayor ejército que había formado Macedonia desde los tiempos de Alejandro Magno. Con él resistió varios años a los ejércitos que envió Roma.
Un primo de Jasón llamado Onías, pero que, siguiendo el camino marcado por su pariente, pasó a llamarse Menelao, ofreció a Antíoco IV otra porción del tesoro del Templo si le nombraba a él sumo sacerdote, y el rey volvió a aceptar.
Partia seguía gobernada por los descendientes de Arsaces, todos los cuales adoptaban oficialmente el nombre de Arsaces al llegar al trono, pero a menudo eran conocidos también por sus verdaderos nombres. Por ejemplo, en 171 murió Arsaces V o Fraates I y subió al trono parto Arsaces VI o Mitrídates I. Teóricamente Partia formaba parte del Imperio Seléucida, pero desde que murió Antíoco III eso no significaba nada en la práctica. No tardó en extender su territorio a costa de Bactriana.
En 170  murió el rey Farnaces I del Ponto y fue sucedido por su hermano Mitrídades IV. Entre tanto Onías III tuvo el valor de denunciar públicamente las prevaricaciones de Jasón y Menelao, y seguidamente se refugió en un templo griego de un suburbio de Antioquía. Parece ser que Menelao sobornó al gobernador del distrito para que convenciera a Onías III de que saliera del templo prometiéndole seguridad, pero apenas salió fue asesinado. En Judea se produjeron convulsiones y disputas sobre quién era o debía ser el sumo sacerdote. Antíoco IV no prestó atención, pues con el dinero que había conseguido del templo de Jerusalén y de otras fuentes estaba reclutando un ejército con el que esperaba devolver a su imperio el antiguo esplendor.
Egipto le dio la excusa para iniciar su campaña. Como respuesta a un mínimo ataque, Antíoco IV marchó sobre Menfis, donde capturó a Ptolomeo VI y se declaró rey de Egipto. Pero Alejandría no se rindió, y fue nombrado rey Ptolomeo VII, hermano de Ptolomeo VI. En 169 Antíoco IV marchó sobre Alejandría y le puso sitio, pero entonces recibió la noticia de que Jasón había intentado arrancar el sumo sacerdocio a Menelao por la fuerza, y que Jerusalén estaba en un estado de guerra civil. El ejército de Antíoco IV, a 550 kilómetros de sus fronteras, no podía permitirse que sus líneas de comunicaciones pudieran verse interrumpidas, así que el rey se vio obligado a volver apresuradamente a Judea, donde entró él mismo en el templo a la cabeza de un contingente armado y se llevó cuanto encontró de valor.
En 168 Roma envió a Macedonia a Lucio Emilio Paulo, hijo del cónsul que había muerto en Cannas. Obligó a Perseo a entablar combate en Pidna, en la costa egea de Macedonia. Sería la última vez que la falange se enfrentaría a la legión. Paulo ordenó a sus hombres que se introdujeran en las grietas que accidentalmente se producían en la falange tan pronto como aparecieran. La falange fue neutralizada y los romanos obtuvieron una victoria completa. Paulo recibió el sobrenombre de Macedónico.
Roma decidió terminar definitivamente con Macedonia. Perseo fue llevado prisionero a Roma, donde murió más tarde. La monarquía fue abolida y el territorio fue dividido en cuatro repúblicas. Realizó varias operaciones de castigo en Grecia porque algunas ciudades griegas mostraron simpatías por Perseo. La Liga Aquea era prorromana, pero una parte de sus ciudades componentes propuso que la Liga permaneciera neutral durante la guerra macedónica. Roma lo prefirió así porque no estaba segura de poder confiar en los griegos, pero luego decidió castigarlos por su tibieza. Mil de sus hombres principales fueron llevados a Roma como rehenes. Entre ellos estaba Polibio, que había conducido un contingente de caballería que la Liga Aquea había enviado en ayuda de los romanos, pero esto no fue tenido en cuenta porque se sabía que Polibio había sido uno de los principales partidarios de la neutralidad. No obstante, Polibio era un hombre culto que pronto trabó amistad con Paulo Macedónico y se convirtió en el tutor de sus hijos.
El rey Prusias II de Bitinia no se había atrevido a apoyar a su cuñado Perseo y había permanecido neutral durante la Segunda Guerra Macedónica. Por si acaso los romanos no consideraban aceptable la mera neutralidad, él mismo viajó a Roma y se postró a los pies de los senadores, a algunos de los cuales había obsequiado previamente con buenas muestras del oro bitinio. El apoyo romano le permitió expandir su reino a expensas de Capadocia.
Antíoco IV decidió liberar a Ptolomeo VI, y le dejó volver a Egipto con un ejército, con la esperanza de que reclamara el trono a su hermano y Egipto se viera envuelto en una guerra civil. Sin embargo, los dos hermanos se pusieron de acuerdo para gobernar juntos, por lo que Antíoco IV, irritado, marchó de nuevo sobre Egipto y llegó otra vez a la capital, pero en el ínterin ésta había pedido ayuda a Roma. Roma estaba ocupada en Macedonia, y no envió un ejército. En su lugar, cuando Antíoco IV llegó ante las murallas de Alejandría, un embajador romano salió a recibirle. Antíoco reconoció a un antiguo amigo de los tiempos en que había vivido en Roma y se apeó de su caballo para saludarlo con alegría, pero el embajador estaba allí para decirle únicamente que si no abandonaba Egipto tendría que enfrentarse a una guerra con Roma. Atónito, Antíoco IV pidió un tiempo para considerarlo, pero el embajador trazó un círculo alrededor del rey y le dijo: "piénsalo antes de atravesar este círculo".
Antíoco IV había marchado victorioso a través de Egipto, y disponía de un ejército con el que sin duda habría tomado Alejandría, pero tuvo que retroceder ante un solo romano desarmado. En la historia se han dado pocas humillaciones tan dramáticas. En 167, de vuelta en Antioquía, decidió que si los romanos le habían humillado los judíos no lo harían. Decretó que el templo de Jerusalén debía consagrarse a Zeus, identificado con Yahveh, y que en su altar se realizaran los sacrificios a la manera griega. Las escrituras judías debían ser destruidas, abolidas las regulaciones concernientes a la alimentación y al Sabath, y la circuncisión quedaba prohibida.
Los judíos conservadores no tardaron en rebelarse. La chispa estalló en la pequeña ciudad de Modín, fuera de los límites de Judea, donde un anciano sacerdote llamado Matatías se había retirado junto con sus cinco hijos. El tercero de estos hijos iba a ser el más famoso, y era conocido como Judas Macabeo, por lo que toda la familia acabó siendo conocida como "los macabeos". Los otros hermanos se llamaban Juan, Simón, Eleazar y Jonatán. Cuando un oficial de Antíoco IV llegó a Modín dispuesto a que se aplicaran las nuevas leyes, pidió a Matatías como dirigente judío eminente que diera ejemplo efectuando un sacrificio a Zeus según la costumbre griega. Matatías se negó y cuando otro judío se ofreció a cumplir la orden real, Matatías lo mató a él y al oficial seléucida.
Inmediatamente, la familia huyó a las montañas del Gofna, y pronto se les unieron otros judíos contrarios a las nuevas leyes, que formaron así una banda guerrillera. Matatías no tardó en morir, y Judas Macabeo quedó al mando. Pronto se les unieron bandas de jasideos (piadosos), el sector más conservador del judaísmo, que no tenía ningún interés político, y sólo echó mano de las armas ahora que se le prohibía profesar su religión. Las montañas del Gofna estaban en territorio samaritano, y el gobernador de la región, Apolonio, se apresuró a ocuparse de los insurrectos, pero pensó que sería cosa fácil y no tomó muchas precauciones. Su ejército fue tomado por sorpresa en una emboscada y Apolonio murió.
Por esta época los sacerdotes inventaron muchas historias sobre judíos martirizados en otros tiempos a causa de su religión y sobre cómo Yahveh les había ayudado y premiado debidamente. Así surgieron el libro de Judit y el libro de Daniel que, junto con dos libros sobre los macabeos, completaron los textos bíblicos. El libro de Daniel contiene varias historias que se atribuían primeramente a Abraham (aunque su origen era muy posterior a la época del patriarca), pero que fueron actualizadas y situadas en la época del destierro en Babilonia. En realidad los libros sobre los macabeos fueron cinco, pero los tres restantes eran totalmente ficticios y no fueron incluidos en la Biblia.
El Senado Romano decretó que los ciudadanos romanos estaban libres de impuestos directos. Roma tenía suficiente para abastecerse con las rentas de las provincias y los botines de guerra. También tomó una medida contra la isla de Rodas. Aunque había sido aliada de Roma, parece ser que vaciló en la guerra contra Perseo, así que Roma estableció un puerto comercial en Delos y desvió hacia allí su comercio, lo que supuso un duro golpe para la economía de Rodas. Por esta época se hallaba en la isla Hiparco, un astrónomo que estableció unas bases matemáticas tan firmes para la teoría geocéntrica (según la cual el Sol y los demás planetas giran alrededor de la Tierra), que permaneció indiscutida durante diecisiete siglos.
En 166 Antíoco IV envió un ejército mayor a Jerusalén, pero Judas Macabeo le tendió otra emboscada y el nuevo ejército fue destruido como el anterior. Antíoco IV se estaba quedando nuevamente sin fondos, así que decidió partir hacia el este para recuperar algunos territorios que poder explotar. Dejó la guerra judía a cargo de su ministro Lisias. En 165 Lisias reunió un ejército en Emaús, a mitad de camino entre Jerusalén y el territorio controlado por los macabeos. Judas permaneció a la espera, pues sus 3.000 hombres no eran suficientes para enfrentarse al ejército de Lisias. Éste terminó por impacientarse, pero cometió un error. Dividió su ejército, y envió sólo la mitad en busca de los macabeos. Entonces Judas atacó por sorpresa a la parte que se había quedado en Emaús, y luego sorprendió a la parte que regresaba sin éxito de la expedición. Ese mismo año Lisias dispuso de un nuevo ejército que fue nuevamente derrotado.
Las victorias de los macabeos habían puesto de su parte a un número suficiente de judíos como para intentar tomar Jerusalén. Las fuerzas seléucidas y los judíos helenizados todavía dominaban los puestos fortificados de la ciudad, pero en 165 los macabeos lograron apoderarse del Templo. Judas Macabeo procedió a consagrarlo nuevamente, purificándolo de la profanación seléucida. Echó abajo el altar donde se habían ofrecido cerdos a Zeus y quemó las piedras. Construyó un nuevo altar, lo dotó de nuevos vasos sagrados y se realizaron los sacrificios adecuados. Los judíos aún celebran hoy en día el aniversario de esta consagración.
A continuación, Judas Macabeo y su hermano Simón, marcharon hacia el norte con sendos ejércitos y poco a poco fueron destruyendo todo el dominio Seléucida de la región.
En 164 Ptolomeo VI y Ptolomeo VII riñeron, y el segundo expulsó al primero a Chipre, pero en 163 Ptolomeo VI logró hacerse de nuevo con el control de Egipto e instaló a su hermano en Cirene.
Ese mismo año murió el rey Ariarates IV de Capadocia, y fue sucedido por su hijo Ariarates V. También murió Antíoco IV en Persia, probablemente de tuberculosis. En principio, la sucesión recayó en su hijo Antíoco V,que tenía sólo nueve años, pero un primo suyo reclamó el derecho al trono. En efecto, Seleuco IV había tenido un hijo, llamado Demetrio, que había sido rehén en Roma como su tío Antíoco IV, pero ahora había logrado escapar y consiguió algunos partidarios entre los generales seléucidas. Antíoco V era en realidad la baza de Lisias, que se convirtió en su tutor para gobernar el Imperio.
En 162 un ejército seléucida mayor que los anteriores se enfrentó a los macabeos en Betzacaría. El ejército llevaba consigo un elefante, y Eleazar pensó que sobre él iría el propio Antíoco V, así que se abalanzó sobre él y lo apuñaló por el vientre, pero el elefante se desplomó sobre Eleazar y lo mató. A fin de cuentas, sobre el elefante no iba el rey. Por primera vez, Judas Macabeo fue derrotado, y tuvo que llevar los restos de sus tropas a las colinas del Gofna nuevamente, mientras las fuerzas seléucidas volvían a ocupar Jerusalén. Esta vez se cuidaron de interferir en el Templo. Lisias no quería conflictos con los judíos porque necesitaba concentrar sus fuerzas contra Demetrio. Sin embargo, ese mismo año Demetrio logró asesinarle a él y al rey Antíoco V, para a continuación ponerse al frente del Imperio como Demetrio I. Sus primeros pasos fueron encaminados a ganarse la amistad de Roma mediante regalos. Luego trató de controlar Judea de forma menos drástica que sus antecesores. Los judíos afirmaban que, desde que Salomón nombró a Sadoc Sumo Sacerdote, el cargo había permanecido ininterrumpidamente en su familia. Incluso al volver del destierro en Babilonia, fue nombrado Sumo Sacerdote Josué, que presuntamente pertenecía al linaje de Sadoc. Demetrio I encontró el hombre idóneo para poner al frente del Templo. Nombró sumo sacerdote a Eliakim, que fue aceptado por los judíos por ser del linaje de Sadoc y, al mismo tiempo, era partidario de la cultura griega, hasta el punto de que adoptó el nombre griego de Alcimo. Los jasideos dejaron inmediatamente el combate, y sólo quedó un pequeño grupo de radicales en el Gofna dirigidos por los macabeos. En principio no suponían un gran problema, pero Judas Macabeo tuvo una idea extremadamente peligrosa para Demetrio I: pedir ayuda a Roma. El libro I de los Macabeos contiene un pasaje muy interesante porque muestra la imagen que el mundo tenía de Roma en la época (el texto contiene exageraciones e inexactitudes):
Y oyó Judas la reputación de los romanos, y que eran poderosos, y se prestaban a todo cuanto se les pedía, y que habían hecho amistad con todos los que se habían querido unir a ellos, y que era muy grande su poder. Había también oído hablar de sus guerras, y de las proezas que hicieron en la Galacia, de la cual se habían enseñoreado y héchola tributaria suya; y de las cosas grandes obradas en España, y cómo se habían hecho dueños de las minas de plata y oro que hay allí, conquistando todo el país a esfuerzos de su prudencia y su constancia, que asimismo habían sojuzgado regiones remotas, y destruido reyes que en las extremidades del mundo se habían movido contra ellos, habiéndolos abatido enteramente, y que todos los demás les pagaban tributo cada año [...] [habla también de Antíoco, Eumenes y de los griegos], pero que con sus amigos, y con los que se entregaban de buena confianza en sus manos, guardaban amistad, y que se habían enseñoreado de los reinos, ya fuesen vecinos, ya lejanos, porque cuantos oían su nombre, los temían; que aquellos a quienes ellos querían dar auxilio para que reinasen, reinaban en efecto; y al contrario, quitaban el reino a quienes querían; y que, de esta suerte, se habían elevado a un sumo poder; que sin embargo ninguno de entre ellos ceñía su cabeza con corona, ni vestía púrpura para ensalzarse, y que habían formado un Senado compuesto de trescientas veinte personas, y que cada día se trataban en este consejo los negocios públicos, a fin de que se hiciese lo conveniente; y finalmente que se confiaba cada año la magistratura a un solo hombre [en realidad dos] para que gobernase todo el estado, y que todos obedecían a uno solo, sin que hubiera entre ellos envidia ni celos. [I Mac. VIII, 1-16]
Demetrio I se apresuró a tomar cartas en el asunto antes de que Roma pudiera intervenir. En 161 envió a las colinas del Gofna su general Baquides con un ejército que arrolló a los rebeldes. Judas Macabeo murió en la batalla, y sus hermanos Jonatán y Simón pudieron rescatar su cuerpo y enterrarlo en Modín.
En 160 las crónicas indias hablan de un rey Milinda, que en realidad era Menandro, lugarteniente del rey Demetrio de Bactriana, que realizó una expedición hasta la India y fundó un reino con capital en Singala. Menandro se convirtió al budismo. Al parecer, hubo otros reinos helenísticos en la India en esta época.

Revisión textual y foto selecta: Alfonso Gil
Compartir en :
 
Back to top!