Desde mi celda doméstica
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lunes, 10 de octubre de 2016

ESPIRITUALIDAD... 22

El proceso de curación

(y 3)


Continuamos con nuestro "curso de milagros", con el intento de terminar ese proceso de curación del ser humano que nunca debió enfermar.
- El propósito del ego es infundir miedo, porque sólo los que tienen miedo pueden ser egoístas. Si el ego es el símbolo de la separación, es también el símbolo de la culpabilidad. Pero en el Cielo no hay culpabilidad.
-El ego es la parte de la mente que cree en la división. Si nos identificamos con él, no podemos sino percibirnos como culpables. Siempre que le hagamos caso, experimentaremos culpabilidad y temeremos ser castigados.  El permitirle la entrada al ego es lo que nos convierte en nuestra triste realidad.
- El ego cree que castigándose a sí mismo mitigará el castigo de Dios. Aún en eso es arrogante. La atribuye a Dios la intención de castigar, y luego adopta esa intención como su propia prerrogativa. Pero cuando no pensamos como Dios, en realidad no pensamos de ninguna manera. Las ideas ilusorias no son pensamientos reales.
- Todos los hijos de Dios están esperando nuestro retorno, como nosotros el suyo. En la eternidad las demoras no importan, pero en el tiempo son ciertamente trágicas. Hemos elegido estar en el tiempo en vez de estar en la eternidad y, por lo tanto, creemos estar en el tiempo. Sin embargo, no nos corresponde estar en el tiempo. Nos corresponde estar en la eternidad, donde Dios se ubicó para siempre.
- A juicio del ego la Biblia es algo temible. Al percibirla como algo temible, la interpreta con miedo. Al sentir miedo. no apelamos al tribunal Supremo porque creemos que también fallaría en nuestra contra.Pero no tenemos por qué temer que el Tribunal Supremo nos vaya a condenar. No puede haber juicio condenatorio contra un hijo de Dios.
- La paciencia infinita recurre al amor infinito y, al producir resultados ahora, hace que el tiempo se haga innecesario. Siempre que no nos sentimos completamente felices es porque hemos reaccionado sin amor. Deberíamos repetir interiormente, y tan sinceramente como podamos: Debo haber decidido equivocadamente, porque no estoy en paz. Yo mismo tomé esa decisión, por lo tanto, puedo tomar otra. Quiero tomar otra decisión porque deseo estar en paz.  No me siento culpable porque, si se lo permito, el Espíritu Santo anulará todas las consecuencias de mi decisión equivocada.

Alfonso Gil resumió para tu provecho. 
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