Desde mi celda doméstica
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viernes, 3 de noviembre de 2017

CANCIONERO MUDO... 30

La fe del centurión

Pasaje que narran dos evangelistas: Mateo (8, 5-13) y Lucas (7, 1-10).
Una vez que la multitud hubo escuchado todas las palabras de Jesús, éste entró en Cafarnaún, cuyo centurión tenía un criado enfermo, al que estimaba mucho, y estaba a punto de fallecer. Se enteró de que Jesús estaba en la ciudad y le envió a algunos ancianos de los judíos pidiéndole que viniera a su casa a que sanara a su criado.
Los emisarios argumentaron a Jesús que el centurión era digno de tal favor, porque, siendo romano, amaba a los judíos y él mismo les había edificado una sinagoga. La descripción de la enfermedad lo cuenta Mateo, poniendo en boca del amo del criado el hecho de que estaba en su casa paralítico y malamente enfermo.
Total que Jesús caminó con ellos hasta la casa del centurión, y bastante antes de llegar, recibió otra embajada de otros amigos del centurión rogándole no era necesario llegara hasta la casa, pues el centurión no se sentía digno de semejante visita de Jesús, y que bastaba que dijera una palabra para que se curase. Pues el centurión, como buen saldado de Roma, tenía poder suficiente para mandar a sus soldados a ir o hacer lo que él quisiera, y lo hacían exactamente.
Jesús se admiró de escuchar semejantes palabras de parte del centurión y, volviéndose hacia los que le acompañaban, les aseguró que no había visto en Israel una fe tan grande. De manera que, les añadió, muchos vendrán de oriente y de occidente a sentarse con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, mientras que a algunos que se consideran hijos suyos se les echará a las tinieblas exteriores.
Y dijo al centurión: Ve, y que se haga según has creído. 
Y el criado quedó sanado en aquel preciso instante. Pues, efectivamente, al regresar los emisarios a casa del centurión, vieron al criado completamente sano.

Alfonso Gil
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